Capítulo 1: Mi prueba de aptitud

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Ese día sentía mariposas en el estómago, pero no de las buenas ni de las de amor, en realidad eran abejas clavándome sus aguijones debido a los nervios. Tenía 16 años y hoy era el día de mi prueba de aptitud. Podría descubrir a qué facción pertenezco.

Yo vivo en erudición, pero creo que nunca encajé allí. Sentía que la gente de mi alrededor no me comprendía, no pillaban mis chistes o mis bromas, me ignoraban o me ponían cara de tristeza pensando que estaba loca y volvían sus cabezas a los libros, ordenador o lo que sea. Parece ser que cualquier cosa era mas interesante que yo. Me gustaba leer, pero yo ya había leído durante mi vida demasiado como para saber que ahora quería vivir en persona esas experiencias en vez de detrás de un libro toda mi vida. No sabéis todos los libros que me he llegado a leer en estos dieciséis años. He leído cosas que no podrías llegar a creer, sobretodo en la parte prohibida de la biblioteca, pero eso es otra historia.

Solamente tenia un amigo en mi facción, Josué. Mi amigo era... ¿Como decirlo? Diferente. Joseph tenía déficit de atención y una alta hiperactividad. Parecíamos los únicos en erudición que preferíamos experimentar cosas a leerlas. No me subestiméis, mi media era de nueve, y como he dicho antes me gusta leer, pero siento que mi vida no está completa del todo solo con eso.
-Así que... ¿Cómo te sientes? -pregunté a Joseph.
-Bien, nervioso, feliz, cansado, no, me siento con energía, creo que podría levantar diez elefantes hoy -me respondió a una velocidad demasiado rápida mi amigo. Sonreí.
Miré mi reflejo en el agua de la fuente de la plaza. Estábamos sentados en el bordillo de la fuente con los pies metidos en el agua. Era relajante.
-¿Tu que tal estás? -me preguntó Josué.
-Confundida, espero que la prueba de hoy aclare mis dudas.
-¿Pero te meterás en Sinceridad? -me preguntó Joseph preocupado buscando mi mirada.
Miré el agua fijamente por un momento. Mi pelo liso y castaño caía dos palmos por debajo de mis hombros y mis ojos verdes lucían mas verdes con el reflejo del Sol en ellos.
-No lo sé -contesté finalmente-. Si me voy de erudición siento que fallaría a mis padres.
Nos quedamos callados un minuto.
-¿Qué hora es? -pregunté tranquilamente.
-Las doce y cuarto, no, la una y..., no, la una menos cuarto. -contestó con dificultad Joseph.
-¡¿En serio?! -pregunte exaltada.
-¿Por qué te iba a mentir?
-¡Oh dios mío! Tengo a en punto la prueba y debo ir a arreglarme.
Saqué bruscamente los pies del agua y metí mis pies apresuradamente en mis zapatos.
-Por cierto, recuérdame regalarte un reloj más grande, el tuyo es pésimo -le dije sonriendo.
Josué sonrió y miró su reloj prehistórico.
-¿No vas a prepararte para la prueba? -pregunté.
-Un poco mas tarde.
-Vale, cuando se te arruguen los pies significa que es hora de ir a la prueba.
Josué se río y puso los ojos en blanco. Mi amigo tenía la sonrisa mas blanca y bonita que había visto en mi vida. Era delgado, tenía la piel blanca, el pelo negro y unos ojos avellana inquietos.
-Anda vete, que llegas tarde.
Sonreí y eché a correr por las calles. Las calles de mi facción eran limpias y había poca gente porque todos se estarían arreglando. Siempre los de erudición iban de punta en blanco con unos peinados impolutos y llenos de gomina a la prueba.


-Hola mamá -dije cuando llegué a casa.
-¿Dónde demonios te habías metido, Sophie? -dijo exasperada mi madre.
-Yo, eh...
-Ni una sola palabra más -me cortó mi madre- ve directa a la ducha.
Sin rechistar, ya que sabía que mi madre tenía razón, subí las escaleras de mi casa hacia el cuarto de baño. Mi baño azul no era ni muy pequeño ni muy grande, tenía lo básico. Me metí en la ducha y el agua caliente me relajó y me hizo olvidar por un breve momento todos mis problemas.
Cuando salí de la ducha mi madre me estaba esperando en mi cuarto enfadada.
-¡Has tardado mucho! Cámbiate volando y luego ve al baño para que te peine.
-Mamá, ya soy mayor, me sé peinar yo solita.
-Oh no, no irás con una de tus coletas mal hechas, irás con algo decente que te de un buen aspecto 
Suspiré pero hice lo que me dijo, mejor no cabrearla en un día como hoy. El resultado final fue un moño aplastado del que no había ni un sólo pelo fuera de lugar. Espantoso.
-Mucho mejor, ¿verdad? -me dijo satisfecha mi madre mientras admiraba su obra en el espejo.
-Sí... Genial... -respondí sarcásticamente.
-Vamos, no llegues tarde, tienes que ser puntual. ¿Qué voy a hacer contigo?
Me levanté de mi silla y corrí escaleras abajo para abrir la puerta. Mi hermana Ashley me estaba esperando al pie de las escaleras. Mi hermana era una réplica exacta de mi madre de joven, mientras que yo me parecía mas a mi padre excepto por la estatura, yo era baja para mi edad, y Ashley también era baja. Seguramente es lo único que teníamos en común.
Me frenó y ahí iba el sermón.
-¡No corras por la casa! -me gritó Ashley- además, te ensuciarás el vestido, Sophie.
-Sí, sí, no me hables como mamá.
La aparté dándola un pequeño empujón y salí corriendo de aquella casa infernal.
Eran las doce menos cinco y tenia que estar en la prueba a en punto. No llegaba ni de broma. Giré mi vista hacia el suelo en el que había una bicicleta que parecía ser perfecta para mi tamaño. Miré hacia los lados, no había nadie. Me acerqué hacia la bici y la puse de pie, luego me monté en el sillín y con un poco de esfuerzo puse las puntas de mis pies en los pedales -quizá no sea perfecta para mi tamaño-.
Empecé a pedalear como si la vida me fuera en ello. Según cogía velocidad el aire azotaba en mi cara y era agradable. Empecé a pasar por el medio de la gente que a veces gritaban "más cuidado" o "mira por dónde vas". Empezaba a haber demasiada gente en las calles así que decidí bajarme de la bici y correr en el último tramo. Antes de que pudiera bajarme alguien emitió un grito de dolor. Miré hacia el frente y me encontré con una chica pelirroja con pecas de cordialidad que estaba sujetándose el pie con dolor.
-¡Como se te ocurre ir por ahí con una bici sin mir... -se cortó. La gente alrededor empezó a mirarla mal. Tal vez porque la chica era de cordialidad y supuestamente la gente de allí es pacífica y no dados a gritar.
La pelirroja carraspeó su garganta y me dedicó una sonrisa.
-¿Estás bien? -pregunté.
-Sí, perfectamente -me volvió a sonreír- un accidente lo puede tener cualquiera.
Me dio unas palmaditas en la espalada y se fue con una amplia sonrisa aunque pude ver como cojeaba un poco.
Eso había sido raro.
Miré mi reloj, y vi que me quedaba un minuto para llegar.
Solté definitivamente la bici en el suelo y eché a correr hacia el edificio en el que se hacían las pruebas. Ya dejaría la bici donde antes, espero que no la roben. Cuando llegué estaba agotada, eran las doce y un minuto pero parecía que aún no me habían llamado asi que me senté disimuladamente en un sitio vacío al lado de un chico de erudición que estaba leyendo.
-Anna Stewart -llamó una de las chicas que organizaban las pruebas.
La tal Anna era de abnegación y estaba echa un matojo de nervios, casi no se pudo levantar de lo que la temblaban las piernas.
Llamaron a unas cuantas personas más. Los de osadía iban seguros y muchos riendo, los de abnegación serios o nerviosos, la gente de cordialidad antes de pasar tomaban aire y por lo que me pareció a mí contaban hasta diez antes de entrar, los de sinceridad iban despreocupados, como si se dirigieran a la panadería como una mañana normal y los de erudición la mayoría se miraba las ropas, quitaban las arrugas, se ponían derechos y se dirigían serios a la prueba. Y luego estaba yo. Dijeron mi nombre.
Me levanté y me puse seria imitando a los de mi facción. Mucha gente me miraba y susurraba por lo bajo al verme. ¿Qué narices les pasa?
Entré en la sala en la que solo había una silla.
-Sophie Smith, ¿cierto?
-Sí -dije nerviosa.
-Soy Roxy, no te preocupes por nada hazlo lo mejor que puedas. -dijo aquella mujer a la vez que miraba de reojo mi pelo.
Me miré en uno de los espejos de la sala, tenía el moño medio desecho con varios pelos que caían a los lados de mi cara. Eso estaba mucho mejor. Y ya entendía por qué la gente me miraba. Ningún erudición se había atrevido a ir con este moño despeinado a una de las pruebas más importantes de su vida. Por dentro me estaba riendo e intenté esconder una sonrisa.
-Vamos, ¿a qué esperas? Siéntate en la silla -dijo impaciente Roxy sacándome de mis pensamientos.
Me senté en la silla y me hizo beber  un líquido de un vaso.
Al cabo de un rato sentía como mis párpados caían y la habitación se volvía borrosa.
Ahora estaba en una habitación espaciosa, blanca con un gran cartel en una pared que decía "Silencio, porfavor". Había varias sillas y gente sentada en ellas, parecía una sala de espera.
Me senté en un sitio vacío al lado de un hombre de aspecto mayor que estaba leyendo el periódico. Todo estuvo en silencio pero de repente apareció en medio de la sala un carrito de bebé. El bebé empezó a llorar estrepitosamente.
-¿Es de alguien ese bebé? -pregunté.
La única respuesta que obtuve fueron sonidos de personas mandándome callar con el típico "shhh". Odiaba ese sonido, era muy irritante. Y encima el bebé no se callaba.
-Solo digo que la madre del bebé podr...
-¡Shhhhh! -me volvieron a callar.
El bebé ahora no lloraba solamente, estaba gritando a la vez que lloraba. Me iba a dar dolor de cabeza.
No podía ver al bebé ya que el carrito estaba dándome la espalda.
Repentinamente me invadió una nube de humo y empecé a toser. El señor que tenia al lado había encendido un cigarrillo y me estaba echando todo el humo.
-Perdona, ¿podría apagar el cigarrillo? Es que el humo es molesto -dije lo mejor que pude.
El señor siguió leyendo y el bebé seguía llorando cada vez mas alto. Me volvió a echar humo en la cara.
-¿Es que usted no tiene educación? -le dije enfadada ya al hombre.
Me miró serio y después volvió a dirigir su mirada al periódico.
Estaba que echaba chispas, y el bebé me estaba dando dolor de cabeza.
-¡Y que alguien recoja a ese niño! -chillé malhumorada.
-Shhhh.
-¡Callaros vosotros!
Entre el bebé, y el humo me empecé a marear, todo me daba vueltas y se volvió oscuro.
Cuando abrí los ojos estaba otra vez en la silla de la sala a la que había entrado. Miré a Roxy que estaba metiendo datos en su ordenador.
-¿Y bien? -pregunté aún aturdida.
-Bueno, ya tengo tus resultados -dijo la chica mirando al ordenador.
Roxy tenía el pelo rubio teñido, por lo que me pareció a mí, y un tatuaje en su brazo. Y por las ropas negras era de osadía.
Me dolía el estómago de nervios y la chica se estaba haciendo esperar.
-¿Y cuáles son? -pregunté nerviosa.
-Los resultados han sido que eres de verdad.
Se me relajó todo el cuerpo, era lo que esperaba.
-Te explicaré por qué -continuó Roxy-, no puedes ser de cordialidad ya que un cordialidad se hubiera mantenido callado, aguantado los llantos del bebé y se hubiera tragado el humo sin hacer nada.
-¿Cómo no iba a decir nada? Era muy molesto.
-Pues muchos no hicieron nada, lo he visto. Luego, no puedes ser de erudición porque un erudito hubiera hecho preguntas nada mas entrar buscando explicaciones sobre donde estaba, quiénes eran y un millón de preguntas más ya que quieren saber siempre todo.

Pensé en mi hermana Ashley, era muy preguntona y con mucha curiosidad, encajaba perfectamente con lo que me había dicho Roxy.
-No puedes ser abnegación ya que un abnegación hubiera cogido al bebé y lo habría intentado calmar o llevarle con alguien que supiera de quien era el niño, y no puedes ser osadía ya que un osado hubiera saltado a la acción -se paró por un breve instante- he visto casos en los que algunos osados han cogido el carrito y lo han sacado fuera de la habitación, con tal de no oírle, y otros tomaron el cigarrillo del señor y se lo tiraron al suelo o algunos le dieron alguna calada a este.

Típico en los osados... La verdad es que me dan mal rollo, aunque dicen que Osadía y Verdad están estrechamente relacionados ya que decir la verdad es de valientes.

-Eres sinceridad ya que has dicho lo que pensabas, le has soltado al señor todo lo que tenías que decirle y te han mandado callar veinte veces pero tu has seguido -dijo mirándome de reojo en un tono severo.
Me levanté de la silla.
-¿Es obligatorio que mañana tenga que elegir sinceridad?
-Oh no, por supuesto que no, la prueba sólo te dice en qué facción encajas pero puedes elegir cualquiera.
-¿Y si escojo la facción equivocada, en la que no encajo?
Roxy levantó la cabeza del ordenador y me miró seriamente.
-Solo espero que escojas la facción adecuada, recuerda: la facción antes que la sangre.
¿De verdad tendría que ser eso así? ¿Escoger una facción y abandonar a tu familia? Al menos, todo el mundo pensaba que eso era lo correcto. No me imagino una vida sin mis padres, por muy pesados o irritantes que sean.

Fanfic Divergente: Una balanza de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora