Ojos de vitral y lágrimas multicolores

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Ashton no estaba seguro de si debería estar aterrado, avergonzado, feliz, o confundido, porque veía al ojiazulado todos los días, no importaba si era en un café o en la calle. Pero nunca se han dicho siquiera una palabra, y Ashton quería cambiar eso desesperadamente. Sin embargo, era tímido. También se cohibía un poco, así que eso tampoco ayudaba. Era torpe, callado, y hacía que todo se sintiera incómodo.

Ahora ya ni siquiera estaba seguro de si quería hablar con el chico misterioso. 

Ashton actualmente vivía del dinero que había traído consigo, pero por fortuna había encontrado cerca una tienda de vídeos a la cual aplicó. Sería triste si no consiguiera el trabajo, ya que estaba seguro de que nadie más aplicó, sólo él. 

Decidió que ya no podía permanecer dentro, en los confines de su habitación de hotel; de otro modo, enloquecería.

Caminando sin destino fijo, Ashton soltó un soplo de aire, sonriendo cuando una nubecita se formó delante de sí. Esa era otra de las razones por las que Ashton amaba el clima frío: puedes ver tu propio aliento, y eso era tranquilizante en cierto modo. Con sus manos en sus bolsillos, se mantuvo en el andén y se encontró deambulando por calles más calmadas, más silenciosas. No había nadie a la vista.

¿Dónde demonios estaba?

De repente, Ashton casi soltó un ruido con miedo cuando rompieron el silencio, roto por... ¿un maullido? Ashton se giró, y ahí estaba. Un gato lo miraba fija y atentamente desde donde se encontraba, sentado en la entrada de un callejón. Era un gato callejero, delgado con amplios ojos verdes brillantes y de pelaje totalmente negro. No había señales de que tuviera un dueño. La gente decía que los gatos negros son de mala suerte, pero Ashton no creía en esa mierda supersticiosa. Ni siquiera le gustaban mucho los gatos, así que sólo decidió seguir caminando.

¡Miau!

Para la gran consternación de Ashton, se detuvo y se giró sólo para ver que el gato de hecho lo había seguido. ¿Qué rayos quería de él?

—¡Largo! ¡Chu! —Ashton le indicó frenéticamente al gato que lo dejara solo, pero sólo permaneció ahí.

No obstante, Ashton sentía algo en su corazón, y volvió a bajar la mirada hacia el gato negro. Parecía que necesitaba un hogar, y sus redondos e hipnotizantes ojos brillantes atravesaban los de Ashton. Suspiró suavemente, sabiendo que no podía dejar ahí al pobre animal.

—Está bien. Espero que el hotel acepte gatos. —Ashton soltó una risita, se inclinó y abrió sus brazos para que el gato saltara sobre él. No quería agarrarlo, ¿qué si lo arañaba o algo? Por sorpresa, el gato no dudo siquiera en acurrucarse en los brazos de Ashton.

—Quizá seas el único gato que me guste. —Ashton rio entre dientes mientras comenzaba a caminar de regreso al lugar del que había venido, y no pudo evitar bajar la mirada hacia el gato negro en su pecho—. Me recuerdas más o menos a alguien... —Ashton no podía dar en el clavo. Había algo sobre esos ojos verdes y en la forma en que el gato era terco y lo seguía, y él...

Michael.

Lágrimas escaparon de los ojos de Ashton mientras miraba al gato. De repente se detuvo en el andén que, por fortuna, no estaba atiborrado con gente.

—Me recuerdas a mi amigo. Su nombre es Michael. O, más bien, ese era su nombre. Ya sabes, él... murió hace cerca de un año. No sabía que Michael estaba tan triste, ni siquiera me contaba cosas así de secretas. Pero debí haberme dado cuenta de las se-señales, ¿cierto? —Se sentía débil por llorar, pero en verdad extrañaba a su mejor amigo.

Ashton continuó.

—Era un grandioso amigo. Lo conocía desde el jardín de infantes. Las cosas eran muchísimo más simples entonces... Y-Ya sé que parezco un loco por hablar contigo, un gato, pero es sólo que... Lo siento. —Acarició la cabeza del gato, sonriendo cuando ronroneó en respuesta—. ¿Está bien si te llamo Michael?

El gato levantó la mirada, como en señal de aprobación.

—Está bien. Entonces te llamaré Michael.

Carafernalia -LashtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora