Capítulo 0 Inicio

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—Petiso petiso agarrame el chorizo —dijo Mauricio, y le dio una patada en el estómago.

Daniel lanzó un gemido gutural y se agarró la panza. El corte en taza que tenía se lo hacía su mamá, y las ojeras se las provocaba el no poder dormir por el miedo que tenía de ir a la escuela. Sus ojos grises eran un reflejo perfecto de su alma, parca y apática desde que había entrado a la secundaria.

—Agarrame el chorizo —dijo Mauricio, y volvió a patearlo.

A diferencia de Daniel, que todavía no había pegado el estirón y era más bajo que las chicas de su clase, él estaba en el equipo de básquet de la ciudad. Con sus dieciséis años y metro ochenta de altura, era la estrella del equipo. Con su corte a la moda y rostro simétrico, las chicas morían por él.

—Petiso petiso, agarraaaaame el chorizo —volvió a patearlo.

Mauricio no estaba solo. Su sequito de amigos, algunos también pertenecientes al equipo, se reía y vitoreaba.

Daniel rodó por el suelo intentando escapar, pero Mauricio se le sentó encima, en la espalda, y tomándolo del cabello le arrastró la mejilla contra el suelo. Dany comenzó a llorar. Mauricio lo imitó, burlándose.

Sonó la campana del recreo. Los chicos protestaron, pero dejaron a Daniel en paz. Después de todo, tenían que llegar al salón a tiempo.

Daniel quedó en el suelo unos segundos, tratando de calmar tanto su dolor físico como emocional. Se sentía patético. Apretó los dientes frustrado, y le dio un golpe al suelo tan fuerte que le hizo doler el puño.

Cuando se levantó, su espíritu se le cayó al suelo. Mirándolo estaba Natalia, el ceño fruncido, sus ojos cafés juzgándolo.

—Defendete al menos. Te tratan así porque no hacés nada — le dijo —, estudia algún arte marcial.

Daniel no sabía que decir. Su madre no gastaría dinero en esa clase de cosas. No lo gastaba ni para que le hicieran un corte decente, no iba a gastarlo para que aprendiera algo útil. Era por eso también que toda la ropa que tenía estaba rota y gastada.

El corazón le latía con fuerza. No podía evitarlo cada vez que la miraba. A pesar de sus ojos duros, seguía teniendo el rostro de un ángel.

—No es tan fácil —dijo Daniel.

—Si te hacen eso es porque querés. Hasta que no lo entiendas te van a seguir tratando como se les antoje —dijo, y se marchó.

Lágrimas de frustración cayeron por su rostro. Ya se había defendido una vez. Había peleado con uñas y dientes, y había mordido tan fuerte a Mauricio que le sacó sangre. Y lo que le hicieron después de eso...no. Ni siquiera se metieron con él. Se metieron con el único que lo comprendía en el mundo.

*

Daniel apareció desnudo en un lugar blanco. Totalmente blanco. Una blancura infinita que se extendía hasta el horizonte. ¿Dónde estaba? No lo sabía. Debía de ser un sueño lúcido. Había leído sobre eso hacía poco en wikipedia, y había estado practicando tener uno. Un sueño donde pudiera controlar todo a voluntad.

Pero solo podía moverse. No podía volar, no podía crear cosas, ni hacer aparecer personas. Era un sueño lúcido muy limitado. Hasta para eso soy un fracaso, pensó. Ni siquiera esto podía hacer bien.

¿Deseas poder?

La voz provenía de todas partes y de ningún lado al mismo tiempo. Como si estuviera dentro de su propia consciencia.

La Diosa Oscura (New Game)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora