Capítulo 31

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Alejandro había disfrutado su primera noche en una carpa, Sofía le había dejado muy en claro que eso no era acampar porque tenían todas las comodidades de una casa; aún así había disfrutado quedarse un rato mirando el cielo oscuro y estrellado, mientras abrazaba a su novia y le mostraba las diferentes constelaciones: en la universidad había tomado cursos de astronomía que le habían enseñado a orientarse en el cielo.

Cuando entraron en la carpa y se acostaron, Sofía se quedó dormida rápidamente. Él tardó un poco más; mientras le cogía el sueño, se reencontró con sonidos que le recordaban el pueblo en que había pasado su niñez. Escuchó el cantar de los grillos y el viento haciendo crujir las ramas de los árboles. Le dio cierta nostalgia, no se había dado cuenta que lo extrañaba tanto. Se acercó más a Sofía y, poco a poco, se quedó dormido.

Despertó al amanecer. Su novia lo miraba mientras le consentía el cabello, sonreía.

—¿Quieres tomar un baño? —Le preguntó ella con cierta picardía.

Alejandro no necesitó más motivación, se levantó, le tendió la mano, buscaron entre sus maletas lo necesario y fueron hacia el baño que estaba cerca a la piscina.

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Alfredo se había levantado temprano, se duchó y pensó en nadar un poco. Creyó que iba a ser el primero, pero Helena y Martín ya estaban en la cocina, ella le ofreció fruta. Alfredo se sentó en las sillas frente a la piscina a comer los trozos de jugoso melón que Helena le había dado.

—Bueno, ya compórtate... —riñó Sofía al salir de la ducha.

Alejandro venía detrás de ella y no paraba de cogerle el trasero.

Alfredo se fijó en la pareja.

Sofía se estaba dando la vuelta y Alejandro aprovechó para atraparla entre sus brazos y besarla.

Para Alfredo fue terriblemente chocante verla: no se había imaginado a Sofía en una actitud sensual, pero ahora la veía tocar a su novio de una manera que, estaba seguro, le encendía; su manos recorrían con firmeza el pecho de su novio, despacio, sin afanes. Iba de arriba hacia abajo deteniéndose especialmente para masajear en forma circular a la altura de la cadera; después de un momento rodeó la cintura de Alejandro y le dio un beso cargado de pasión.

La melodía de The Final Countdown comenzó a sonar. Sofía y Alejandro se separaron enseguida y se miraron a los ojos extrañados.

—¿Camilo? —Le preguntó ella, sabía que ese era el tono que Alejandro tenía para identificar ese amigo.

Alejandro se encogió de hombros y empezó a reburujar entre sus cosas; el celular estaba entre el canguro donde guardaba sus implementos de aseo. Contestó.

—No, yo salí de viaje...

Alejandro se acercó a su novia y acomodó el celular para que ella también escuchara.

—Es que la cosas en el pueblo estaban un poco pesadas por eso decidí venir a la ciudad —dijo Camilo— pero no sabía que habías salido... no quiero pasar este puente solito...

—Que venga —murmuró Sofía muy suave. Dejó sus cosas sobre un poyo que hacía las veces de asiento en la entrada del baño y salió a correr.

—¿Dijiste algo? —Preguntó Camilo.

—No, Sofí que me está proponiendo algo... ¿estás en el apartamento?

—Sí... Mira, no importa querido, ya me las ingeniaré...

Alejandro vio a Sofía hablar con Helena, se empezó a acercar. Helena volteó a mirarlo y, desde lejos, le hizo una seña de pulgar arriba.

—Camilo... ¿por qué no vienes? Estoy a menos de dos horas de la ciudad, hay campo suficiente.

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