Capítulo 14

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Billie llegó al edificio y estacionó en el subterráneo. De inmediato se dio cuenta que no tenía idea en que número vivía Amelia. Sabía el apellido por la identificación: Sanhueza. En su opinión personal desentonaba un poco con el nombre, pero no importaba. Le preguntaría al encargado el número de la familia Sanhueza y sabría donde vivía Amelia.

Se puso las gafas y subió al vestíbulo.

-Eh... buenos días -dijo él, rogando para que no lo reconociesen- Busco el número del departamento de la familia Sanhueza... ¿podría decirme...?

-Tercer piso, número 391 -dijo el sujeto a cargo, con tono aburrido, sin siquiera ver a Billie- llegaron esta semana, tenemos el número bastante a mano -le explicó-.

-Muchas gracias -dijo Billie. Odiaba hablar con desconocidos sin su guitarra o sin Mike o sin Tré o con sus gafas puestas. Se ponía demasiado nervioso y le bajaban ataques de pánico.

Subió por las escaleras, para hacer tiempo, ya que no sabía que decir en caso que abriera el padre o la madre. Finalmente llegó al tercer piso. Luego empezó a buscar el número. 387, 388, 389, 390 y al final del pasillo, el 391. Tomó aire, como acostumbraba a hacer, y tocó el timbre.

-¡Voy! -gritó Amelia. Billie sintió una punzada de nervios. Parecía que no era el único al que no le gustaba hablar con desconocidos.

Luego de un minuto o algo así, la puerta se abrió. Amelia estaba vestida y más o menos peinada. Llevaba una polera manga larga y unos jeans y andaba sin zapatos. Parecía que los jeans y poleras manga largas eran sus prendas comunes. En todo caso, hacía un poco de frío para andar con poleras más cortas.

-¿Billie? ¿Qué haces aquí? -le preguntó un poco nerviosa-.

-¿Podemos hablar? -le dijo él. Había decidido mantenerse firme para hacer bien las preguntas acerca de las cortadas.

-Si, si claro -dijo Amelia. Abrió bien la puerta y Billie entró.

La entrada daba directo al living comedor. Era bastante acogedor, aunque la parte del living estaba algo desordenada. Había un pote con lo que parecían restos de papas fritas y otro con restos de palomitas. Había un paquete de chocolate, tres botellas de bebida, un cuaderno, una televisión con DVD, un estuche abierto que mostraba muchos lápices, una guitarra eléctrica y el parlante y todo esto alrededor de un sofá.

-Papá salió anoche cuando creyó que estaba dormida. Dejó una nota diciendo que llegaba tarde. Tenía insomnio así que pasé gran parte de la noche aquí. -dijo al ver que Billie miraba todo- Y... ¿de qué quieres hablar?

-Levántate la manga de tu brazo izquierdo -le dijo él, más serio de lo que jamás se había mostrado con ella-.

-¿Q... qué?

-Levántate la manga de tu brazo izquierdo, Amy -le repitió-.

Amelia bajó la mirada y lentamente dejó al descubierto su brazo, que estaba lleno de cicatrices y dos cortadas frescas.

-Olvidé que lo sentías -murmuró ella. No se sentía capaz de mirar a esos ojos verdes.

-¿Por qué? ¿Desde cuando lo haces? -le preguntó Billie, tomándole el brazo para verlo detalladamente-.

-Lo hago desde hace un año y había parado de hacerlo hace unos tres meses -le contestó ella-. Relájate, no fue tu culpa -dijo ella, interpretando correctamente la sensación de Billie-.

-¿Entonces qué? -le preguntó él, espantado de las cicatrices que tenía su amiga-.

-¿Acaso no sentiste el golpe? Claro, la ira debió haberlo tapado -le contestó Amelia-.

Good riddance (Insomniac for life)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora