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(...)

No era un momento para decirlo: nunca fue un placer exacto derivar lo que claramente se disfruta, y quizás los demás no lo harían, se dejarían guíar por sus instintos salvajes. Pero él no. Y sin embargo, y sin contar sus agudos sentidos, había perdido el diez por ciento de su voluntad.

Él era un fanático de las emociones, un jóven de instrucción mediana que encontraba siluetas de luces en sus posibilidades menos agraciadas. Así que no fue extraño cuándo Midoriya se preguntó por qué sí gozaba tanto de las emociones, su mecanismo haya olvidado incluir eso que a altas expectativas se aferra a su ser y lo moldea con juegos vesanicos, cómo un parásito. Y lo más increíble es que lo aceptaba, cómo sí estuviera fuera de su mente y su cuerpo estuviera preparado para el choque, listo para soportarlo, anegado a cesar.

También temió convertirse en algo que destruyera su paz, su moralidad cómo héroe, su integridad; temió transformarse en algo que el otro Midoriya Izuku nunca fue. Y de que, después de todo, quizá ése diez por ciento no sea suficiente. Tenía miedo de seguir haciéndose esas preguntas por el resto de sus días y que nunca lleguen a encajar.

Tenía miedo de tantas cosas. Inclusive de (Nombre), porque aunque el universo entero dice que es imposible estar juntos, eso no le impedía desearlo.

Le tentaba viva y agradecida, y como (Apellido) (Nombre) mientras que exponía su piel al sol en su jardín y junto a un bikini azul sabiendo a hartas que su vecino le espiaba tras las cortinas de su habitación. Un frase que quedaba atrás cuando su falo se pronunciaba y se fundía en el cuerpo de (Nombre).

Aunque claramente en su imaginación; con un deseo gutural su mano y jadeos intercambiaban ritmos. Sus dedos se habían enroscado hace mucho que las yemas de ellos estaban entumecidas, recorriendo por toda su extensión, luego otra, una más; suspirando al notar la primeras contracciones en su abdomen y en su vientre bajo, pensando debajo de la cinturilla del bikini, justo donde la espalda pierde su nombre; en sus voluminosos y rotundos pechos coronados por unas oscuras aereolas y en los pezones que se han erguido ante el implacable sol bajo el fino y brillante tejido.

Una sensación indescriptible y excitante.

Da un arreón definitivo, quiere correrse ya. Lo necesita. De forma brusca sacude su pene varias veces, entero, en toda su longitud. La piel que lo recubre se mueve frenéticamente hacía adelante y atrás. Una agitación más, otra, una última más fuerte y no resiste más: varios chorros níveos salen disparados sin pudor hacía las paredes del baño. Gemidos de placer llenan la habitación mientras las gotas de esperma brotan ya tímidamente de su miembro

Repentinamente, unos golpes en la puerta principal hacen que a duras penas (Nombre) abra los ojos, aún con el ardiente sueño bajo sus párpados pensando en visitar a su vecino.

(…)

¿?

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Midoriya Escenarios © | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora