Por lo general, solemos justificar a los chicos malos con proezas como "seguro le rompieron el corazón", "no quiere que lo lastimen" o nuestra favorita: "su mamá lo abandonó de pequeño", pero Lucy, pensando vagamente en Natsu, no encontró nada para su comportamiento; su familia vivía unida y feliz, tenía un padre trabajador y una madre que brillaba llenando la casa en la que él hacía ausencia, tenía un bonito auto que como todo buen ciudadano: pagó en tres años de salario, sin gastarlo en nada más, no había sufrido un accidente en toda su vida o tenido un altibajo que lo orillara a su presente comportamiento, tampoco un trauma o algo, nada. Él simplemente era así porque quería, sin una excusa para defenderse.
Entonces, se dio cuenta de que ella tampoco tenía con qué justificar su comportamiento; sabía que no era una cualquiera pero tampoco hacía algo para quitar la imagen que tenían todos sobre ella, sólo había dejado que los rumores corrieran sin revelar la verdad. Había dejado que la juzgaran por ser bonita, y por cometer tras un error, otro más grande. Cuando apenas era una adolescente, no supo soportar la presión de que todo el instituto la tachara de zorra por tener sexo con Natsu a tan temprana edad, ella sólo había pensado en que lo amaba, no en su edad u otra cosa, porque ella no creía en el amor convencional, y quien dijera que tampoco, era un total hipócrita, pues decían que no se fijaban en el físico, pero sí en la edad, lo que daba a fin de cuentas: lo mismo.
—Lucy, ¿estás escuchándome? —la cuestionó Sting cuando después de su relato no vió en ella algo que le dijera que había prestado atención; lo había dejado riendo solo y por lo general todos osaban de reir por los chistes de Sting, por educación pero lo hacían.
—Claro, sólo no encuentro el sentido —le soltó siendo brusca y en cuanto terminó, notó su error—. Perdón, he estado muy ocupada tratando de subir calificaciones y no logro concentrarme.
—Descuida, Levy me dijo que está muy feliz de que hagan las paces y todo. Hasta mencionó en dare tutorías extras para que mejores antes...
—No creas en Levy, todo lo está haciendo porque busca acercarse a Natsu; está clavadisima con él —dijo Lucy y algo en el rostro de Sting mostró que no estaba feliz, o que no lo esperaba, una pequeña mueca casi imperceptible que Lucy vio con claridad.
—¿Natsu y Levy? No, Natsu nunca le haría caso, parece más bien alguien que pasa de las chicas.
—Ni que lo digas, me gustaría pensar que todo se debe a que es gay.
—¿De verdad crees que sea gay? —preguntó Sting y de pronto Lucy vio algo en sus ojos de gritaba esperanza. Y se sintió mal al pensar que tal vez Sting se sentía con Natsu así como ella con él; como si fuera una cadena en la que nadie corresponde a nadie. Pero no, Sting no podía sentir atracción por Natsu, pues le daba la impresión que en ocasiones mostraba en ella un interés que malinterpretaba.
Cambió el tema a uno que excluyera a Natsu, porque ella tenía mucho para contar de él, y al parecer, Sting mostraba indicios de querer escucharlo todo, y ella no podía ser la segundona de la historia, porque ésta era la suya. Ella no podía ser quien sólo veía a la feliz pareja desde lejos, desde su soledad deprimente. Sting caería así como ella en él, tenía que hacerlo porque al final eso hacían los protagonistas; o vivían felices para siempre, o se alejaban después de decirse lo mucho que se amaban.
Al llegar a casa, Lucy cambió su rutina de desaprovechar el día y esperó a que la noche estuviera en sus indicios por llegar, pues si bien, Natsu llegaba a casa cuando el sol y la luna se encontraban de extremo a extremo, y era el momento. Buscaba seguir insistiendo con que la ayudara, y estaba dispuesta a pagarle sus ahorros del momento que antes tenía destinado para su vestido del baile. Al fin de cuentas algo tendría planeado para poder cubrir el gasto.
Como si lo hubiera llamado, Natsu hizo su aparición por el vecindario, cosa que Lucy vio desde la ventana de su cuarto esperándolo, y como si el destino estuviera a su favor, notó que los pasos de Natsu iban a el porche de su casa, a la de ella. Eran pasos vagos pero decididos, como si ese fuera su destino casual. Lo vio pasar por el jardín de su madre, y pararse en su pórtico sin tocar, sólo viendo la puerta sin moverse. Años atrás, recordaba verlo correr desde su misma ventana por el jardín que años atrás se mostraba bien cuidado, también recordaba que ella bajaba las escaleras de dos para alcanzar a abrirle la puerta antes de que él la tocara. Había recordado lo fácil que era todo antes, había recordado lo feliz que era antes y no lo notaba.
Al no ver interacción de su parte, bajó las escaleras que llegaban al recibidor y vio a través de el picaporte, que Natsu seguía sin moverse, con la mirada gacha.
—Veo tu sombra por debajo de la puerta —dijo de pronto, dejando nuevamente al desnudo las constantes metidas de pata que hacía cuando quería parecer discreta, como si él la tuviera en un apogeo de negación en el que pasaba de ella incluso para eso.
Lucy, sin nada más que perder, abrió la puerta que le dió la imagen que se perdía del asombroso Natsu que se presentaba a su puerta después de mucho tiempo. Lo había visto tantas veces los últimos días y aún no terminaba por pasar que se había convertido en un hombre muy apuesto que años atrás no había previsto.
—Hola —y se saludaron como si de pronto fueran otros, quitando muecas de disgusto, quitando malos tonos y siendo dócil con el otro.
—¿Puedo pasar? —preguntó Natsu a lo que Lucy echó un vistazo a el interior de su casa, se veía tan tremendamente impecable que le asintió con un orgullo rebosante. Ya adentro, Natsu se sentó en el pulcro sofá en el que en algún momento se sentaron a ver televisión hasta dormir.
—No quiero sonar grosera, pero, ¿qué haces aquí? No lo esperaba para nada, de haber sabido habría hecho algún aperitivo...
—Seré claro, Lucy —dejó de ver el patrón que iba por todos los sillones y la vio—, ¿realmente ocupas mi ayuda?
Y sus ojos brillaron, como los de Lucy cuando se dio cuenta de lo que pasaba, y nuevamente se repitió que él ya no era un chiquillo que caería en la rubia como los pubertos.
Sí podía, pero nunca lo haría.
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The Bad Boy
FanfictionNatsu Dragneel es un hombre al que los dioses se esmeraron en formar. Con su rostro de rebelde agraciado y su cuerpo esculpido, él tiene una amplia y famosa lista de chicas en el Instituto, pero no es una que él mismo acredite, sino todos los estudi...