Capítulo 4.

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    Cuando eras niño, si alguien te molestaba lo mejor que podías hacer era ignorarle; así su interés en enfadarte de iba y con ello la persona. Pues Lucy no era una niña.

    Cuando Natsu le volteó el rostro y siguió con su camino, la Lucy medio ebria agarró su tacón de quince centímetros que la hacía ver una diosa entre los mayores y se lo tiró de lleno en la espalda ¿qué ganó con eso? Que Natsu siguiera caminando como si nada hubiera pasado y eso, le hirvió la sangre. Si Natsu hubiese sido el bonito chico de ojos azules que conoció en la fiesta, ahorita se hubiera arrodillado a sus pies para saber qué le pasaba​ pero el Dragneel era capaz de apretar la soga en caso de que ella le dijera sobre un suicidio.

—¡Estúpido, me voy a suicidar si no vienes para acá! ¡Si muero será tu culpa y mi testigo es Gary! —gritó la rubia refiriéndose a el perro de la señora Dreyar como testigo y ¿qué pasó nuevamente? Natsu siguió caminando.

    Lucy empezó a rabiar y en un acto de atención, corrió hacia él y sin pensarlo dos veces se trepó por su espalda.

—¡Me vas a preguntar por qué me quiero suicidar y después de consolarme te puedes ir a asaltar bancos, maldito delincuente! —gritó en él y con las retenciones de Natsu, se abrazó a su cuerpo como una lapa inerte.

—Me vale una mierda que un estúpido te haya contagiado de sida o herpes por puta, ese no es mi problema y si te suicidas por eso, le harás un favor a tu madre antes de que se dé cuenta en la basura que te has convertido.

    Fuerte y claro, directo y sin rodeos: así era Natsu. La mayoría de las personas decía que Natsu era un ser desagradable por el simple hecho de nunca mentir, decía la verdad tan cruda como lo era y no adornaba la realidad con bonitas palabras y eso, no tentaba a Lucy, mucho menos ebria.

—Pregúntame y lo verás. Pregúntame, pregúntame.

—Debo estar muy jodido y tu muy pesada para preguntar qué mierda pasa por tu vida de pene en pene.

—Pregúntame.

—¿Qué es lo jodidamente importante para que la rubia más hermosa de la calle quiera romperse el cuello con su collar en la banqueta de mi casa, a media noche y hablando como toda una loca con los zapatos en la mano? 

—Ya que lo preguntas... Es una historia muy larga que inició hace tres horas en la fiesta de Sting.

—Ufffff, si inició hace tres horas debió de ser muy larga tu historia tomando en cuenta que llevas una hora gritando en la banqueta...

—Estaba con Sting bailando cuando, una enana estúpida llegó a la casa en medio de la fiesta y te juro que no la vi cuando la empujé y se cayó maltratando tres libros que traía en la mano. La muy se alteró y lloró por esa mísera cosa en medio de todo, y para colmo, me culpó de que los demás tomaran sus patéticas hojas y las rompieran como confeti. ¡Eso no fue mi culpa! Y esa enana fue llorando con Sting ¡su jodido hermano! ¡Su puto hermano! Enfrente de todos la defendió y me dejó en ridículo frente a la fiesta entera, se rieron de mí y me sacaron ¡a mí me sacaron! ¡Por una niñata estúpida!

—Ya te escuché, puedes suicidarte ahora.

—Te faltó la parte del consuelo —le reprochó la rubia y consiguió fácilmente que Natsu la bajara completamente de su espalda para verla.

—Maldita niña ebria, me importa una mierda lo que hagas o que quieras suicidarte por algo tremendamente estúpido, me estás retrasando de algo muy importante y, tu olor a alcohol me molesta...

—¡Por eso dejé de hablarte! Eres un maldito que cree que siendo cruel las personas van a respetarte y ¿sabes qué? Por si no te has dado cuenta, no tienes amigos, no le agradas a nadie y estás solo.

—Y por si tú no te has dado cuenta, los hombres te ven como un estúpido juguete sexual que se abre a cualquiera, te ven como una niña ingenua a la que sólo con pedírselo, ya está cumpliendo todos sus caprichos, te manipulan y, tú tampoco tienes amigos, ni unos pocos, ni siquiera una madre y mucho menos un padre, estás más sola que yo. Y si te suicidas ahora, los mismos chicos con los que te acuestas se lamentarán haber perdido su juguete más fácil, pero sólo por unos minutos, después te encontrarán un mejor reemplazo.

    ¿Qué ganó Natsu con eso? Nada más y nada menos que una oxidada carcajada sincera de Lucy, quien no podía saber qué tan ridículo se escuchaba todo aquello que el Dragneel decía. Para ella, todo eso gritaba celos desde lo más profundo de cada entonación y, le empezó a gustar que su atractivo vecino al que sólo veía en las mañanas cuando arrancaba en su deportivo, mostrara un poco de interés en ella.

—Te sorprendería la realidad.

—¿Sí? ¿Por qué? Deleitame con tu sabiduría ebria.

—Acércate, esto es secreto.

—No hay nadie en la calle, dilo —respondió Natsu decidido a no acercarse a ella lo suficiente, pero al ver que ella no decía palabra alguna y se mantenía al margen, sabiendo que en cualquier momento él se acercaría para escuchar qué es lo que tenía que decirle—. ¡Por la jodida mierda! Ya, dilo, estoy aquí esperando el secreto mundial que aguardas.

    Natsu se acercó a ella y colocó su oído cerca de los labios de Lucy, entonces ella, con el corazón en la mano relamió sus labios al ritmo que soplaba en el oído de Natsu.

—La verdad es que, he tenido relaciones dos veces solamente, contandote.

    Y como gran estelar, Lucy arrancó corriendo hacía el jardín de su casa, sin intenciones de suicidarse o de seguir hablando con su vecino, se fue completa al tener una pacífica charla con él después de tanto tiempo.

The Bad BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora