Capítulo VI

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—¡Diablos, Beverly!

La pelirroja salió de su casa, vestía con un vestido holgado color crema con estampado de flores que le llegaba justo al ras de la rodilla. Iba montándose en el asiento de su vieja bicicleta. Todo andaba normal en ella, excepto su repentino cambio de look respecto a su corte de cabello. El largo y un poco mal tratado cabello rojizo que Beverly aún poseía ayer, ya no estaba más. En su lugar permanecía un corte, corto... Similar a un hongo. Pero por el hecho de que ahora portaba ese corte, sus rizos se hacían aún más presentes que antes, las ondas de su cabello le hacían ver mucho mejor.

—¿Por qué...? —No me permitió terminar mi inquisición.

—Merecía un cambio.

Volvió su mirada a donde yo. Algo en lo más recóndito de mi ser no se tragaba esa respuesta. A Bev le gustaba su extensa cabellera, o al menos eso creo. La verdad es que nunca me había dicho lo contrario.

-Me gusta -intenté hacer una sonrisa en mis labios, pero no me sorprendería no haberla logrado. No porque no me gustara como le sienta, sino por su contestación. Su aire no era el mismo que el de siempre.

De todos modos, seguro si quiere contarme la verdadera razón del por qué de su corte más tarde, lo hará. Bev siempre me lo cuenta todo, como yo a ella. Nos tenemos a las dos. Una para la otra.

—¿Nos vamos? —Alzó una ceja.

—Claro. Andando.

Y comenzamos a pedalear de nuestras bicicletas, en camino hacia el acantilado, lugar donde nos veríamos con los chicos que conocimos el día de ayer en la farmacia. El mismo día en que Beverly coqueteó con el Sr. Keene, y yo traté, en vano, de hacerlo también. El mismo día en que vi a Ben, el chico nuevo de la secundaria de Derry, tremendamente mal herido, y el chico Kaspbrak, sintiéndose todo un Doctor ayudándole a curar de sus heridas. Y el mismo día en que, por la noche, mi último pensamiento antes de dormir, fue el joven Tozier, el de grandes anteojos y una muy mal hablada boca. Yo misma me sorprendí de ello.

Tras varios minutos de pedalear de nuestras bicicletas por las calles del bello Derry, habíamos llegado a nuestro destino

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Tras varios minutos de pedalear de nuestras bicicletas por las calles del bello Derry, habíamos llegado a nuestro destino. Pude ver a los cinco chicos de pie en linea recta en la orilla del acantilado, quien sabe cuanto tiempo llevarían ahí, y que estuvieron haciendo mientras tanto, ¿acaso ninguno se había atrevido a saltar primero aún? De acuerdo, tendré que...

—¡Yo primero! —escuché a una voz de mi lado.

La voz le pertenecía a la chica junto a mi, Beverly... ¿cuándo se había desprendido de su vestido de estampado de a flores?

Y corrió hasta saltar del acantilado y caer de un chapotazo al azul del río. No sin antes llamarles Maricas a los chicos, quienes veían con asombro la escena.  Comencé a deshacerme de mis prendas hasta quedar solo en ropa interior. Me acerque rápido a donde ellos, eché una rápida mirada hacía abajo, ¡Diablos! si que estamos muy alto. Di varios pasos hacia atrás (a esta altura los chicos estaban observando cada acción realizada por mí), tome impulso y antes de separar mis pies del áspero suelo, tomé las manos de las personas que estaban cerca mío: Bill Denbrough a mi derecha, y Stan Uris a mi izquierda. Por lo que note, ellos hicieron lo mismo, formando todos juntos una cadena para saltar.

Richie Bocazas Tozier [IT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora