Capítulo 16.

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Mi vida tomó un rumbo ligeramente distinto después de esa noche, de la que sólo recuerdo haber llevado a una de las chicas de John al baño del bar donde estábamos y haber terminado con severos rasguños en la espalda y cuello. Se convirtió casi en una tradición salir todos los sábados a donde fuera que John se estuviera presentando como músico y, después de que acabara su turno, comenzar a buscar chicas con las que pudiéramos pasar la noche. 

   Bueno, esa regla aplicaba solo para mí, puesto que John no tenía mucha objeción con que su presa nocturna se tratara de un chico. Seguía preguntándome como hacía eso, estar con otro hombre sin sentirse incómodo. 

   Contrario a mi extraña vida de noche, en la universidad pronto había destacado por ser un buen alumno, aprobando las materias con buenas calificaciones y relacionándome con los maestros como si fuera uno más del grupo. Después de decidir definitivamente que la música no era para mí, creí que la mejor carrera que podía escoger era profesor de lengua, y para ello comencé a relacionarme con mi profesor de literatura, que opinaba que yo era brillante y, más importante aún, había prometido encontrarme trabajo. 

   —¿Para qué lo necesitas? Yo te acabo de conseguir un trabajo justo ahora —me dijo John la primera mañana que le conté que había ido a cenar a la casa de mi profesor—. Serás mi guitarrista estrella ¿Qué te parece eso? —le sonreí a John, como se le sonríe a un niño que repentinamente acababa de decir una locura. 

   —Creo que escogeré ser profesor, lo siento —contesté. 

   —¡Eres un aburrido, Paul! —John se detuvo en la última parada antes de que yo tuviera que bajarme a la universidad, dejando subir a un par de personas que me miraban extrañado al estar parado al lado de John, siendo que había tantos lugares disponibles—. Si tienes el talento y el deseo de hacer música ¿Por qué no lo haces?

   De inmediato pensé en las cartas de Y, en que todo lo que me había dicho era una verdad absoluta, y en lo mucho que extrañaba que me ayudara a tomar decisiones; hacía mi vida mucho más simple. Pero explicarle eso a John sería descabellado, y estaba completamente seguro de que él no lo entendería, por lo que sólo me encogí de hombros y susurré—: No llegaré a ningún sitio con ello. 

   —Suenas igual que Mimi —se lamentó John. 

   —Es la verdad, John. Puede que tú quieras seguir perdiendo el tiempo así, pero yo quiero llevar una vida normal, conocer una chica y casarme. 

   John soltó una carcajada. 

   —Bueno, chicas no te faltan ¿Cuantas fueron la noche pasada?

   —Cuatro —susurré, sonrojándome al recordar cómo era que había desfilado por los baños del bar con cuatro chicas distintas en menos de cinco horas. Estaba casi seguro de que John me había puesto algo en la bebida, porque nunca había logrado tener más de dos erecciones seguidas. 

   —Y podrían ser más si te unes a mi banda, nos llueven de todos los sabores —presumió John, deteniéndose en la parada de la universidad—. Pero tú sigues prefiriendo a los chicos —susurré, aprovechando que tenía que inclinarme para tomar mi mochila del piso. John se encogió de hombros, restándole importancia y antes de que pudiera bajar, me tomó de la mano para detenerme. 

   —Únete a mi banda —me pidió John. Sonreí y retiré su mano de la mía antes de que alguien nos viera—. Te veo en mi casa para que estudiemos —le dije, y bajé del autobús corriendo para llegar a mi primera clase. 

...

    De regreso a mi casa me puse a pensar en los temas que le tenía que enseñar a John esa tarde. Después de una incomodísima cena en casa de John, en donde conocí a su tía, ésta me pidió que ayudara a John a ingresar a una universidad decente, y a pesar de que todo lo que había dicho su tía durante la velada sonaban como ideas aburridas y casi descabelladas, coincidí en que lo mejor que le podía pasar a John era volver al colegio. Así que había terminado dándole clases particulares en mi habitación. 

   Cuando llegué a casa, como todos los días, mi papá y Mike habían salido. Recogí la correspondencia de nuestro buzón y sonreí involuntariamente al ver la nueva carta de Y, entre la aburrida correspondencia habitual, pero antes de poder correr a abrirla, sentí la respiración de John en la nuca. Rápidamente guardé la carta en mi chaqueta. 

   —Llegaste temprano —le dije, dándome la vuelta y sonriendo como si nada hubiera sucedido. 

   —¿Tienes un amigo por correspondencia? —preguntó John, y como sabía que iba a insistirme hasta que le dijera la verdad, contesté—: Sí, algo así. Pero eso no te importa a ti. 

   —Tienes razón en ello —aceptó John—. Llegué temprano porque Mimi volvió a gritarme que soy un vago, así que aquí me tienes, dispuesto a estudiar la teoría de cómo matar a alguien lentamente. 

   —Esa teoría tendrá que esperar un poco, primero quiero comer —le dije a John abriendo la puerta de la casa y dejándolo pasar. John se tiró en mi sillón con total familiaridad y comenzó a rascarse la panza como si se tratara de un simio especialmente grande. Dejé mi mochila, junto con las cartas, a un lado de la puerta de la cocina y comencé a hurgar en el refrigerador para ver qué podría hacer de comer. 

   Había un par de latas de sopa, así que indiscutiblemente esa sería mi comida. 

   Después de un par de minutos mientras comíamos, John parecía especialmente fastidiado de estar en mi casa ese día, por lo que no me sorprendió que en cuanto saqué los libros de mi mochila, éste se tirara al piso como si se hubiera muerto de pronto. 

   —Tienes que estudiar —le dije dándole una patada en las costillas, logrando que éste me tomara de la pierna y me jalara hasta tirarme a un lado suyo, dejándome caer de trasero, por supuesto. 

   —Estudiaré anatomía contigo ¿Qué te parece eso? —bromeó sentándose sobre mis piernas. 

   —Bájate de mis piernas, gordo —me quejé, sabiendo que John sólo estaba bromeando y nunca se pondría a estudiar anatomía conmigo. Al menos, ya no. 

   —Sólo si me das un beso —John se inclinó y me sacó el aire al presionar en mi estómago, logrando que comenzara a golpearle el hombro para que se quitara de mí—. ¡Oh, te besaré donde no te da el sol si no te quitas! —grité ahogándome. 

   —Eso suena como algo muy sucio, Paul —susurró John, echándose hacia atrás para por fin dejarme respirar, rozando su trasero con mi entrepierna, que de inmediato dio un respingo. No podía decir que estuviera atrapado en un momento de pasión irrefrenable, pero sentir a John sobre mí sí había despertado un poco el interés del pequeño Paulie. Sabía que John me había sentido, porque de inmediato comenzó a carcajearse y se apartó de mí con las mejillas sonrojadas. 

   —¿Quieres que te ayude a liberar eso, Paul? —preguntó carcajeándose. 

   Me levanté del piso rápidamente, completamente indignado, y sacudí mi ropa. 

   —Vete a la mierda —le dije, acomodando mi cabello con toda mi dignidad en mano. John continuó riéndose de mi semi-erección un par de minutos más hasta que el chiste pareció gastarse. 

   En momento así, me alegraba que John no pudiera leerme la mente, o habría descubierto que había pasado una buena cantidad de noches intentando evocar los recuerdos de nuestro encuentro sexual, y frustrándome por no poder recordar cómo era que se sentía estar entre sus brazos. 

Querido Paul. [McLennon]Where stories live. Discover now