Capítulo 9.

456 71 7
                                    

Superar la decepción que John me dejó después de esa conversación fue algo estúpidamente complicado, en especial porque él actuaba como si nada hubiera ocurrido la noche anterior, incluso había momentos en los que sonreía al ver mi ridícula forma de caminar. Porque sí, su idea de llevarme a casa era acompañarme en mi caminata, ya que John no tenía ni bicicleta. 

   Iba caminando tranquilamente a un lado mío, con un cigarrillo entre los labios y la mirada distraída, y me preguntaba porque era que me había excitado tanto si al final sólo me pediría que me vistiera, como si me tratara de una prostituta. Había intentado hacer que me dejara ir solo, pero nada de lo que le decía parecía importarle; había considerado echarme a correr, pero en mis condiciones eso, además de estúpido, sería doloroso. 

   —Sigo sin saber porque quieres acompañarme —le dije, cuando ya estábamos a unas cuantas calles de mi casa. 

   —Es caballerosidad y curiosidad —contestó, sonriéndome como si nada hubiera sucedido entre nosotros. George tenía razón después de todo, John era un completo imbécil—. Quiero saber dónde vives para visitarte después. 

   —Dijiste que no te gusta repetir. 

   —No quiero repetir. Me interesan más cosas que tu bonito trasero, Paul. Entre esas tu talento para la música, creo que podríamos trabajar juntos. 

   Tuve que hacer de toda mi fuerza de voluntad para no reírme a carcajadas o golpearlo. 

   —¿Crees que me gustaría trabajar contigo después de lo que me hiciste? 

   —De lo que nos hicimos —me aclaró—. Aún me arde la espalda por tus rasguños. 

   —¡Cállate! —grité, sonrojándome de inmediato. Todo lo que quería en la vida era olvidar que me había dejado hacer y deshacer por John y volver a la seguridad de la heterosexualidad, en donde John ya no tendría espacio. Fue un alivio enorme al ver la puerta de mi casa a lo lejos. 

   —Bien, ya me acompañaste a casa, ya estoy aquí. Puedes irte —le dije cortántemente, sacando mis llaves de la chaqueta que tenía un terrible olor a sudor y sexo que esperaba que mi papá no notara. 

   —Espera, Paul —me pidió John, tomándome de la mano—. Hablaba enserio sobre tu talento, me interesaría conocerte. Creo que tienes lo necesario para ser una verdadera estrella ¿puedes ir a mi casa mañana? 

   —Sí, claro —contesté con ironía, soltándome de su agarre y entrando a mi casa antes de que se le ocurriera hacerme otra cosa. Me recargué en la puerta una vez que logré cerrarla y solté un suspiro de alivio, justo antes de ver una carta en el piso. 

   Para: Paul McCartney. 

   De:_________________

   —Tú de nuevo —susurré, abriendo la carta con dedos temblorosos. 

Querido Paul. [McLennon]Where stories live. Discover now