Capítulo 23.

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Siempre había creído que una semana era un tiempo prácticamente infinito, los segundos, los minutos y las horas se alargaban infinitamente hasta que mucho después llegaba el final de éstos, sólo para repetirse de nuevo. Pero esa semana en particular, parecía haberse esfumado de la nada. 

   Creí que el tiempo que había de distancia entre el día que John me había propuesto irme con él y el día que se fuera definitivamente me ayudaría a aclarar mis ideas, podría pensar detenidamente en qué debía de hacer. Pero de pronto me encontré en la estación de trenes sujetando la maleta de John, mientras él se despedía de chicas y chicas, sin entender cómo había terminado ahí. 

   Las fanáticas que John tenía se habían enterado de alguna manera que se marchaba, y habían decidido ir a despedirlo como esposas a su marido listo para ir a la guerra. Los mismos llantos y palabras de amor salían de cada una de ellas, le declaraban su amor a John y le decían que esperarían ansiosas su regreso, y una que otra se atrevía a lanzarse a besarlo. 

    Los pocos minutos que habían conformado mi semana me habían impulsado a arriesgarme. Quería decirle a John que no podía ir con él, pero que estaba enamorado de él, y lo esperaría justo en el mismo punto en el que estaba hasta que regresara pero al ver a estas chicas, noté que no habría nada distinto entre ellas y yo si le dijera eso a John. 

    No quería ser parte de la fila de espera de John.

    Por eso, cuando llegó la hora de partir, le entregué su maleta a John y le puse mi mano sobre el hombro, como lo haría un amigo normal. 

    —¿Tú también me declararás tu amor, Paulie? —preguntó John, una vez que las chicas se fueron. Sonreí incómodamente y di un paso atrás, para contener mi lengua que ya quería soltar le verdad. 

   —Lo siento, no eres mi tipo —contesté, fingiendo que todo estaba perfecto. John sonrió y asintió ligeramente—. Sí, creo que tú tampoco eres el mío. 

   Sentí como si algo muy pesado hubiera caído en mi estómago, seguido de la necesidad de curvarme y llorar. Algo debió de haber cambiado en mi expresión, porque de pronto John estaba más cerca de mí y me miraba como si me tratara de un perro mojado. 

   —Es una lástima que no puedas venir —me dijo, bajando la voz—. Yo creía que... Bueno, habría tiempo. Pero Paul, yo... 

   Dilo, John

   —Lo siento, por lo que te dije en el callejón antes de que... Tú sabes —asentí, sintiendo como si no pudiera soportar un segundo más en suspendo, aunque no entendía del todo a qué se refería John—. Pero ahora que he tenido tiempo de pensarlo creo que... 

   Dilo, John. Por favor, dilo.

   Algo en la mirada de John cambió, el brillo de su mirada pareció ocultarse detrás de esos ojos cafés que habían estado matándome en sueños durante toda la última semana. 

   —Eres brillante, Paul. Que mal que no pude unirte a mi banda —soltó por fin John. La sensación de querer llorar regresó rápidamente, seguido de mi voz interna preguntádome qué era lo que estaba esperando que John dijera. 

   Carraspeé un poco. 

   —Tú también eres brillante, John —susurré—. Espero que te vaya bien en Hamburgo. 

   —¡Vamos, John! ¡Ya bésalo! ¡El tren ya va a salir! —gritó Ringo desde la ventana de uno de los compartimientos del tren, desatando la risa de George y Tony, el guitarrista que habían podido conseguir de entre el círculo de amigos de George. John les mostró el dedo medio, escandalizando a un par de señoras que iban pasando, pero aún así su mirada regresó a mí. Hubiera deseado que no lo hiciera, puesto que juraba estar sonrojado. 

   —Espero que no te aburras demasiado con esos estirados —me dijo John, acomodando su guitarra sobre su espalda. Sus brazos me rodearon torpemente, casi sin apretarme, y apenas tuve un segundo para oler su cuello antes de separarme de él. 

   —Nos vemos, Paul —me dijo John, antes de darse la vuelta para abordar el tren. Cinco pasos infinitos nos separaban del tren, y fue hasta el paso cuatro que me armé de valor para gritar—: ¡John! 

   El sonido del silbato cubrió completamente mi grito, seguido de un poco de vapor que indicaba que el tren estaba a punto de salir de la estación. Cuando el vapor se disipó, el tren ya estaba avanzando, con John sobre él, sin saber la verdad. 

Querido Paul. [McLennon]Where stories live. Discover now