Capítulo 4.

509 76 31
                                    

—¡Es enserio, Paul! ¡Ya fue suficiente! —las palabras de George, mi mejor amigo y compañero de banda, habían sido completamente ciertas, pero yo aún tenía la esperanza de poder salir adelante, a pesar de los obstáculos del camino.

    Les explico, George y yo habíamos formado una banda con un par de amigos, y de verdad que no éramos malos, pero había algo que nos hacía falta y las disqueras lo notaban, así que siempre nos rechazaban. No había contratos ni fama. Todo eso nos había traído muchos problemas, en primer lugar, tener 20 años y aún no tener esposa o un buen trabajo ya era una humillación, y era mucho peor si tu banda estaba a unos problemas más de desintegrarse.

    —¡Estoy seguro que la próxima vez nos aceptaran, George! —alegué, intentando detenerlo. Los chicos habían tomado sus instrumentos y habían decidido que ya era suficiente de fracasos, y podía aceptar que ellos se fueran, pero no George. Era el mejor guitarrista en toda la ciudad y mi mejor amigo, si lo perdía a él, ya no podría levantarme.

   —¡¿Eso crees?! ¡Haz dicho eso tres años seguidos, y no he visto que alguien cambie de opinión! ¡Acéptalo, Paul! ¡Somos un par de músicos fracasados! —George tomó su guitarra y la metió bruscamente en su funda, tomó el amplificador y me miró con un poco de lástima—. Tenemos que aceptar que no tenemos el talento suficiente, Paul.

   Sus palabras me dolieron tanto que ni siquiera intenté detenerlo cuando salió del garage donde practicábamos, simplemente lo observé irse.

   Miré a mi alrededor, habían un par de posters en las paredes, esquemas de guitarras, canciones inconclusas y fotografías de las pequeñas presentaciones que habíamos logrado hacer, pero no había ni una sola nota en el periódico o una entrevista, nada de lo que había intentado nos había llevado al éxito.

    Quizá George tenía razón y no teníamos tanto talento. Quizá las disqueras decían la verdad y nos hacía falta algo más especial.

   Solté un suspiro y finalmente tomé mi guitarra sin mucho ánimo. La metí a su funda y salí del garage, aceptando que lo mejor que podía hacer ahora era conseguir un maldito empleo.

   Caminé hasta mi casa completamente devastado. Quería ser un músico más que nada en el mundo, y ahora no tenía banda. Quizá mi camino era el fracaso definitivo.

   —¿Cómo te fue? —preguntó mi papá en cuanto entré a la casa, arrojando mis llaves hacia la mesa y sentándome en el sillón sin muchos ánimos—. Me fue terrible —confesé, recordando las palabras de George. Sabía que tenía razón en todo, y ahora simplemente tenía que aceptar que mi sueño había terminado.

    —Creo que conseguiré un empleo —susurré decaído. Mi papá me había apoyado en todo lo referente a ser músico, y ni siquiera se quejaba porque yo aún vivía con él. Sabía que lo hacía por mi mamá.

    Me miró con un poco de lástima, pero finalmente se enderezó y asintió.
    —Puedes trabajar conduciendo un camión, están buscando personal —me dijo. Ni siquiera pude mirarlo a los ojos, simplemente solté un suspiro y me puse de pie, dispuesto a irme a mi habitación a guardar todas las canciones inconclusas que estaban regadas por todas partes y guardar mi guitarra dentro de mi armario. Ya había sido suficiente.

Querido Paul. [McLennon]Where stories live. Discover now