–Vamos, Ana. ¿No querrás llegar tarde en tu propio cumpleaños?
–Ya voy –respondió Ana a su compañera de piso mientras acababa de arreglarse. Cuando se miró al espejo, quedó sorprendida por la transformación. Habiendo crecido entre pastos de ganado, en el centro de California, la idea que Ana tenía de arreglarse era ponerse unos vaqueros limpios y unas botas. Pero hoy era su veintiún cumpleaños y sus amigas habían insistido en celebrarlo en Casbah, una discoteca nueva de San José. El local tenía normas de etiqueta, y para sus amigas había sido un placer prepararle el modelito perfecto para la fiesta.
–¡Ana!
–Voy. Voy.
Su vecina Chloe le había prestado un vestido palabra de honor plateado, que se ajustaba a sus curvas a la perfección. Al ser un poco más baja que ella, el largo del vestido resultaba más modesto en Sarah, le llegaba justo por la mitad del muslo. Se giró una vez más frente al espejo. Sus radiantes ojos azules se fijaron en el reflejo, y vio como su pelo castaño oscuro caía en ondas. Tenía buen aspecto.
Cuando salió del cuarto de baño, sus tres mejores amigas silbaron y jalearon, mientras ella se daba una vuelta para mostrar el resultado. Mia, Chloe y Kate, sin dejar de reír comenzaron a cantar un desafinado Cumpleaños Feliz, y su compañera de piso, Mia, le plantó delante un cupcake con una vela encendida. Sarah sonrió a sus amigas, pidió un deseó y sopló fuerte para apagar la vela.
–Espero que hayas pedido un nuevo novio– dijo Kate en cuanto salieron por la puerta.
–Jack no tiene nada malo – replicó Ana. –Me ha pedido disculpas por no venir esta noche, tiene que trabajar. Además, prefiero pasar mi cumpleaños con vosotras.
Aunque no hasta muy tarde ¿vale? Tengo una entrevista por la mañana.
–Ejem, ejem– replicó Mía, a la vez que arrastraba a su amiga hasta el coche.
***
Cuando llegaron a la disco, la fila daba la vuelta a la esquina. Ana iba a ponerse al final, pero Chloe la agarró del brazo y siguieron caminando hacia la puerta.
–Esta noche no hay fila para nosotras- dijo Chloe aproximándose al cordón. Uno de los porteros se adelantó al ver acercarse a las chicas. Sonriendo alegremente, le dio a su hermana Chloe un abrazo y las invitó a pasar.
–Feliz cumpleaños, Ana.
–Gracias, Mathew –dijo Sarah entrando en la discoteca, y luego le dio un codazo a su amiga, susurrándole –Me alegro de que tu hermano trabaje aquí.
–¡Venga!– exclamó Kate cuando subieron a la plataforma que había sobre la pista de baile.
–Arriba hay mejores.
Cuando las chicas se acomodaron y pidieron sus bebidas, Kate y Mia se inclinaron sobre la barandilla para echar un vistazo a la pista. No eran ni las diez de la noche y la discoteca estaba en pleno apogeo. Un montón de cuerpos ondulantes se movían al ritmo de las mezclas de música dance.
Examinando a la gente, las chicas descubrieron en la pista de baile una figura familiar. Dándose la vuelta, Mia hizo un gesto a Ana y a Chloe, que se unieron a ella en la barandilla. Ana bajó la mirada para ver a Jack bailando con una rubia vestida con una camiseta sin mangas y una falda corta.
Ana se agarró con fuerza a la barandilla al ver a su novio besando a la chica mientras salían de la pista de baile. Se instalaron en la barra, pero ella se quedó de pie entre las piernas de él, mientras continuaban acariciándose y besándose.
Rodeando a su amiga con un brazo, Chloe le preguntó:
–¿Quieres que le diga a Mathew que lo eche?
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Una chica para el multimillonario
Hayran KurguEsta historia es una adaptación de la saga el millonario ruso, de Leona Lee.