Broken (SUSPENDIDA)

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Enero 2012

- Cuidado - gritó la guardacostas a unos niños que querían adentrarse más al mar.

Micaela Viciconte era profesora de natación y guardavidas. Rubia de ojos claros y un envidiable bronceado. Marplatense y de carácter muy fuerte.
Ese verano le había tocado ir a trabajar en una playa de punta del este. Lejos de su familia y de sus amigos, aunque era muy independiente la soledad la estaba volviendo loca. Casi tanto como esos mocosos que no le hacían caso.

Camino a paso decidido y se metió al mar para buscarlos y traerlos más a la orillas. Por dentro se preguntaba donde estaban los padres de esas criaturas tan desobedientes.

- Cielitos - los volvió a llamar una vez que llegó hasta donde estaban - la marea estaba peligrosa, es mejor que volvamos a la orilla - hablo lo más dulce que pudo y les tomo de la mano a cada uno para llevarlos hasta la playa.

A lo lejos vio como se acercaban dos hombres, uno de ellos aparentaba ser el padre de los querubines molestos porque el que estaba al lado era muy joven para ser padre.

- Dolores, Lautaro, ¿Dónde se habían metido? - les preguntó el hombre mayor.

- Papi - exclamó la nena corriendo lo que quedaba por llegar y abrazar a su padre.

- Queríamos jugar en el agua - excusó el niño poniendo su mejor cara de inocente. Que obviamente Micaela no creyó.

- Las olas están muy fuertes. No pueden entrar tanto al mar este día. Será mejor que sean controlados - acotó Micaela mirando al padre de los niños quien se veía muy avergonzado y solo asentía.

- Lo siento, no voy a volver a perderlos de vista y no van a volver a meterse tan profundo. Gracias - ofreció el papá y Mica solo asintió.

Finalmente dirigió su mirada al otro chico que se hallaba a su lado, era joven, casi un adolescente. Sin embargo, dudaba que sea otro hijo del hombre. Un hermano tal vez.

El chico la miró de arriba abajo sin disimulo alguno y cuando descubrió que ella se dio cuenta solo le sonrió descaradamente. Micaela resoplo y camino hasta su puesto de trabajo. El muy desvergonzado seguro la seguía mirando.