Llegue 10 minutos antes de mi hora de entrada a la empresa. J y A, era una gran empresa de publicidad que había tenido unas buenas campañas en medios visuales en los últimos años. Grandes empresas los buscaban para promocionar sus productos y se daban la libertad de rechazar en lo que no querían trabajar.
Por lo mismo era una empresa de elite. Fría por dentro. Estéril. Todos teníamos que estar perfectamente vestidos, peinados, refinados. Así fuéramos creativos. Lo que no dejaba que nuestra "creatividad" fluyera muy bien.
La mayoría de las veces los jefes ponían sus nombres en nuestras ideas, sobretodo en las que más les gustaban a los que pagaban. Y aunque se podía ver el descontento general nadie quería en verdad perder su trabajo.
Habían grandes creativos entre nuestras filas, pero los dueños de la empresa eran seriamente tradicionalistas. Tenían sus favoritos, y las mujeres no lo eran.
Digamos la verdad. La mayoría de las cuentas y las más grandes siempre les eran dadas a los hombres de la empresa. Y nosotras siempre terminábamos siendo asistentes en los proyectos sin nada para opinar.
Estudiar publicidad había sido el mayor acto de rebeldía que había tenido en mi vida en contra de mis padres. Pero luego de eso había caído en esta empresa donde solo era una simple asistente de publicidad hace 3 años. Donde no podía ejercer y donde mi potencial se había reducido a nada.
A las 9 en punto de la mañana estábamos reunidos nuestros dos jefes y lo 10 creativos de la empresa de los cuales solamente 4 éramos mujeres.
Estuvimos aproximadamente una hora hablando sobre los proyectos que teníamos en proceso y los avances.
Por ultimo nuestro jefe hablo sobre la nueva campaña que teníamos en nuestras manos. Termino dándosela a Mauricio, uno de sus favoritos y el cual yo sabía que tenía suficiente trabajo para morir y aun así preferían darle más trabajo.
- Y llévate a Verónica para que te asista.
Fue lo último que dijo mi jefe antes de salir rápidamente. Estaba cansada de asistir a todo el mundo. Llevaba 3 años en la empresa y era justo que me dieran más responsabilidad.
- Señor Díaz – le grite siguiéndolo. Se paró cuando me oyó justo antes de entrar a su oficina.
- Verónica...
- ¿Puedo hablar con usted un minuto?
- ¿No estamos haciendo eso?
- Claro que sí, digo – me puso un poco nerviosa – en su oficina.
- Tendrá que hacerlo mientras me alisto para mi próxima reunión.
- No hay problema – entramos en su despacho y empezó a moverse de un lado al otro – Señor, creo que tengo algunas ideas para la campaña que le dio a Mauricio.
- ¿Si?
- Sí señor, y me gustaría tener más participación si es posible, tengo entendido que Mauricio tiene mucho trabajo y me gustaría ayudarle más.
- Mire Verónica, usted me parece una gran trabajadora – dijo sin mirarme siquiera – pero es mi trabajo saber a quién darle las campañas, por algo se la di a Mauricio, admiro su querer ayudar, pero dedíquese al papel que le di ¿está claro? – pregunto ahora si mirándome para dejar claro su punto.
- Si señor – dije no queriendo pelear.
Salí rápidamente de su oficina, frustrada. Era la primera vez en 3 años que hacia algo así. Ir a hablar con él para pedir más trabajo. ¿Quién hacia normalmente eso? Nadie, y por eso mi frustración. Quería hacer más, quería ser más y si me quedaba aquí no iba a poder con ello.
Y ahora estaba realmente cuestionándome si la solución de todo esto iba a ser irme de la empresa y no volver jamás.
Encontré rápidamente mi espacio de trabajo y me senté con un resoplido.
Afortunadamente nadie me ponía mucha atención nunca. No tenía amigos aquí. Éramos 4 mujeres y ninguna nos hablábamos mientras estábamos trabajando. Si ellas salían por fuera del trabajo, no tenía la menor idea, si iban a almorzar juntas, menos.
No sé si el problema era yo, que no me unía a ellas en nada. O que el espacio donde me encontraba no me motivaba para hacerlo. Nada en esta empresa me llamaba y no podía entender como había aguantado 3 años aquí.
Al principio, creí que por ser la nueva no me daban proyectos, yo era feliz ayudando porque era lo que amaba, pero con el tiempo me di cuenta que el problema no era el ser nueva, sino el ser mujer en un ambiente donde eso no te dejaba crecer.
El día se pasó lentamente mientras terminaba algunos diseños de una campaña de sodas. Antes de irme se los pase a Andrés, el líder de la campaña y me fui.
Estaba realmente cansada y solo quería tirarme en el sofá y no pensar en nada más.
Llegue a mi casa, me puse ropa cómoda y me dirigí a la cocina. La comida precalentada era mi mejor amiga. No es que no supiera cocinar, es que el cansancio que manejaba la mayoría de las noches no me dejaba pensar como una persona normal. Más bien como un neandertal.
Cuando estuvo lista la comida, me senté en el sofá y puse una película que ya había visto algunas veces pero que servía de distracción.
¿Quería estar toda la vida trabajando en J y A, siendo una simple asistente siempre? ¿Podría aguantarlo?
Creo que no, la realidad es que ya había empezado a rondarme la idea de renunciar y buscar otro lugar que se ajustara más a mí y en el que en realidad pudiera ayudar y trabajar mejor.
Pensé en eso toda la semana y al final de ella ya tenía una decisión tomada.
ESTÁS LEYENDO
Volver a empezar
Teen Fiction"Mi día no había salido para nada bien. Mi despertador no había sonado, mi auto se había demorado en prender, el ascensor no llegaba, mi jefe me había buscado a primera hora de la mañana y yo no había estado, el café se había regado en mi blusa bla...