Nunca había sido una chica de montaña, de hecho creo que la naturaleza y yo nunca nos habíamos conocido.
Era una chica estrictamente de ciudad. Nunca salía de ella, y si lo hacía simplemente me dirigía a otra, era rutinaria además, así que siempre hacia las mismas cosas de ciudad. Ir al trabajo en auto, pasar todo el día sentada en un escritorio, volver del trabajo en auto, comer en restaurantes finos, visitar museos.
Cosas de chica de ciudad. En mi infancia y adolescencia, casi no tuvimos vacaciones, nunca fuimos a la playa a simplemente divertirnos, nunca navegamos por el mar, nunca acampamos, nunca visitamos la montaña, nunca respiramos el aire fresco.
Se podría decir que mis padres eran tradicionalistas, de los que se dejan llevar por el que dirán, de los que hacen lo que los demás hacen, los que se relacionan con ciertos círculos sociales y no salen de ahí, así que yo fui igual.
Creo que un poco por eso los problemas con las relaciones sociales, porque me tenía que relacionar con cierta gente, cierta gente que no me caía para nada bien, cierta gente que no eran iguales que yo, de hecho siempre me sentí diferente.
Y ahora estaba aquí, conociéndome con la naturaleza, con la montaña, los árboles, las flores, los pequeños animales, el aire fresco y me encantaba. Simplemente quedarme la otra noche mirando las estrellas y la luna sin pensar en nada mas había sido uno de los mejores planes que había tenía en mi vida.
El domingo, nos levantamos temprano, la idea era hacer una caminata por los alrededores y encontrar un lindo lugar para un picnic en el almuerzo. Afortunadamente JF había prácticamente crecido en ese lugar por lo que no había peligro de perdernos.
Desayunamos antes de salir y dejamos nuestras cosas arregladas pues al volver viajaríamos de vuelta a la ciudad.
No era totalmente sedentaria ahora, pues caminaba cada vez que podía, pero iba a ser duro, quizás al volver debía inscribirme a un gimnasio.
A los 10 minutos de empezar a caminar ya estaba muriendo, mátenme, aunque la altura ya lo estaba haciendo. Caminar en un camino boscoso, lleno de rocas y troncos no era para nada lo mismo que caminar por la calle para llegar al trabajo.
Creo que media hora después ya había acabado mi botella de agua y estaba por acabar la de Samuel que estaba al lado mío y me ayudaba en todo el camino, gracias a Dios. Cada que podía me disculpaba con él porque más que estar pendiente del camino o el paisaje se la pasaba pendiente que yo no fuera a tropezar y caer, el solo me decía "tranquila" y reía conmigo, lo que hacía que yo también riera y hacia todo menos dificultoso.
Samuel, por su lado, lanzaba una vibra súper bonita, no sabía cómo explicar ¿creen en el aura? Porque yo estaba empezando a creerlo. Mientras caminábamos juntos también hablábamos de nosotros, ya que las parejitas iban juntas adelante.
Me conto que le encantaba el deporte, sobre todo los deportes extremos, escalada, canopy, kayak y ciclismo, que era lo que más practicaba. Y se le notaba por el buen cuerpo que tenía.
Además de eso me conto de su trabajo, y también de sus pasiones, como que le gustaba pintar, y que a veces sacaba tiempo el fin de semana para enseñarles a niños en un pequeño centro comunitario, encontrar a alguien hiciera tantas cosas en la vida, era difícil, pero creo que eso tenía que ver con el hecho de ser un lobo solitario.
Cerca de una hora después llegamos a un acantilado desde donde se veía el bosque y un poco de la ciudad más cercana, era un hermoso lugar y era donde comeríamos.
Las chicas y yo habíamos preparados sándwich de pavo, cortado queso y frutas, empacado un par de botellas de vino, y bocadillos diversos. Colocamos un mantel en la roca, para hacerlo más verdadero y organizamos la comida. Estábamos cansados, sobretodo yo, pero el ascenso había valido la pena. Comer teniendo esa vista era algo que nunca iba a olvidar.
- Esta es una hermosa vista – les dije, era imposible guardar lo que estaba pensando.
- Cierto, encontré esta roca hace algunos años vagando por aquí y desde eso siempre que vengo a la cabaña tengo que hacerme un espacio para subir.
- La vista es increíble – dijo Samuel, que ya había estado allí también – podemos ver el bosque por el que hemos pasado y también Turtle Tree, que es el pueblo más cercano.
- Además que se respira el aire puro desde aquí arriba – dijo Sara.
- Es cierto – les dije – Créanme que si no tuviera que ir a trabajar me quedaría viviendo aquí – reímos.
- Creo que todos pensamos igual – dijo Mónica.
Una vez terminamos de comer, simplemente nos sentamos en el borde de la roca y nos quedamos observando el paisaje, todo lo que estaba a nuestro alrededor. Nunca había sentido tanta paz en mi vida.
Después de un rato recogimos todo y empezamos a bajar. La bajada era más leve así que no tuve ese sentimiento de estar muriendo de nuevo. Aunque una vez más Samuel no se despegó de mí.
Una vez en la cabaña, nos tomamos el último café del viaje, subimos las cosas al auto y partimos. Esta vez Martin tenía que manejar, por lo que adelante iba el con Sara, en el medio JF y Mónica y atrás, una vez más, Samuel y yo.
Una media hora después de emprender el viaje de vuelta, empecé a marearme, odiaba ese momento de mi vida, cuando no podía viajar pacíficamente en un auto, simplemente viendo el camino porque empezaba a marearme. Así que le pedí perdón a Samuel, para prevenir, y me quede dormida de nuevo.
Gaste más tiempo en cerrar los ojos y quedarme dormida, que fue como unos cinco segundos, que en llegar a mi edificio. De nuevo Samuel me despertó de mi lindo sueño, aunque no recuerdo nada.
Me despedí de todos un poco dormida y todavía y baje del auto, sin darme cuenta que Samuel me había seguido. Me ayudo a sacar mi pequeña bolsa del maletero y me acompaño hasta la puerta de mi edificio.
- Muchas gracias por... - le mostré mi maleta.
- De nada.
- Y por acompañarme hasta aquí – no sabía que más decir.
Siendo sincera, aunque Samuel era una persona hermosa por dentro y por fuera, no sabía aun como funcionar con los hombres, era demasiado tímida para entenderlos todavía.
- De nada, pero te quería hacer un pregunta.
- Uh, ok – dije dudando.
- ¿Querrías salir conmigo algún día? – Ah bueno.
- Ummmm...
- Algún día cercano ¿no? – dijo riendo.
- ¿Cómo que día cercano? – le devolví la pregunta.
- El viernes, si te parece bien.
Lo pensé y ¿por qué no? Samuel era un gran tipo y me atraía físicamente ¿por qué a quien no? Así que...
- Está bien, el viernes.
- Ok, entonces paso por ti a las ¿8?
- Me parece perfecto – le sonreí.
- Nos vemos – se despidió de mí con un beso en la mejilla, se subió a la van y se fueron.
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Volver a empezar
Novela Juvenil"Mi día no había salido para nada bien. Mi despertador no había sonado, mi auto se había demorado en prender, el ascensor no llegaba, mi jefe me había buscado a primera hora de la mañana y yo no había estado, el café se había regado en mi blusa bla...