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Sus besos recorrían mi espalda, de punta a punto, como si quisiera conquistar cada rinconcito de ella.      

— ¿Desde cuando te me has vuelto tan indispensable? –pregunto-, ¿Crees en el destino, Lia? —Su voz es suave como la seda pero segura y seria.  

La verdad no –mete sus manos debajo de mí, me coge el pezón con el pulgar y el dedo anular de la otra mano. Empieza a retorcerlo y a alargarlo y se endurece más aún. Cierro los ojos. Dos oleadas de placer me parten por la mitad. 

— ¿Pero si me crees todas las promesas que te he hecho? –pregunto, pero esta vez no tuvo respuesta de mi parte, metió su otra mano en mis bragas y lentamente, me
penetra con dos dedos.

— ¡Ah, Dios! —gimo echando la cabeza atrás.
   

Aprovecha que tiene acceso a mi cuello y me besa en el centro, una caricia firme y húmeda que llega hasta mi barbilla. Sus dedos siguen deslizándose en amplios y torturadores círculos por mi interior, estirándome. Me está preparando para él.
    

— ¿Me crees cuando te digo que te amo? —Su voz ronca me enloquece todavía más. Estoy segura de que me hará gritar. De nuevo no escucho nada de mi parte. Tira de mi barbilla para poder tenerme cara a cara. —no dudes cuanto te amo o si no
yo lo empezare a hacer también. 

— No dudo   

— ¿Entonces? –sus ojos verdes miraban los míos esperando una respuesta pero de nuevo no hubo una. -¿confías en mí?  

Si 
 

Miro mis ojos por última vez y procedió a levantarse.  

— Levante y arrodíllate despaldas a mí - Obedezco de inmediato, me arrodillo y me siento sobre los talones.     

Antes de que haya podido procesar lo que está pasando, me lleva las manos a la espalda y cierra unas esposas alrededor de mis muñecas. Intento mover los brazos y oigo el sonido del metal tirante.   

Es increíble el efecto que logra tener el en mí, nunca en mi vida había estado con un hombre con el cual mi cuerpo le respondiera a sus órdenes sin pensarlo, con o sin esposas, estoy a merced de Jonathan.   
 

Abajo —dice con dulzura apoyando mi cuerpo sobre el colchón. Tengo la cara pegada a las sábanas de los pies de la cama y Jonathan está detrás de mí. Me siento completamente expuesta y vulnerable. — ¿Sabes lo increíble que estás así? —Me da un beso en la parte baja de la espalda y entonces noto su masculinidad, dura como una piedra, contra mi piel húmeda y sensible. Me agarra con fuerza de las
caderas y doy un respingo. – Quieta nena.  

   

Ordena y se introduce en mí.

   

— Buena chica.  
   

Retira su erección medio sumergida y yo gimo por haber perdido la sensación de plenitud. La necesito toda. Por impulso, me echo hacia atrás y siento una estocada potente y un golpetazo de su mano en mi nalga. 
 

¡Pero que... mierda Jonathan! —grito. Siento la sensación de ardor de mi trasero por aquella nalgada- ¡Dolió! - gimoteo

-Lo sé - dice con total naturalidad y vuelve a penetrarme, pero esta vez sólo hasta la mitad.

¡Maldición! - Empiezo a jadear cuando el dolor se mezcla con la
deliciosa invasión a medias.   

Lo sé nena, lo se    

El dueño de mi vida. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora