-¿Qué estás haciendo?
-Un pastel de vainilla con frutas.
-¿Puedo probar?
-Dónde metas un dedo en la mezcla, te juro que...
-Ya entendí, Imelda, no te pongas así.
La muchacha estaba en la cocina de su casa, mezclando ingredientes en un molde y limpiando las manchas que dejaba a su paso. Óscar había aparecido, ya que toda su familia quería hablar seriamente con ella.
-¿Es para nosotros?
-No.
-¿Entonces...?
Ella se quedó callada. Terminó de mezclar y colocó un paño encima, para dejar descansar la masa. Habían pasado dos días después del Día de Muertos; había estado con su familia y se mantuvo extrañamente silenciosa durante toda la velada. No había recibido noticias de sus dos amigos desde ese día. Esa mañana tuvo clases de costura con su madre, como siempre, y luego del almuerzo se quedó en la cocina después de limpiarla para hacer ese misterioso pastel.
-Necesitamos hablar contigo- Imelda lo miró curiosa, tratando de hallar una pista en sus ojos, pero no encontró nada. Apartó el molde y lo dejó escondido entre platos y cucharones, para luego darse la vuelta y encarar a su hermano.
-¿Qué pasa?
Sus padres y su otro hermano aparecieron por la puerta, casi automáticamente.
-Sabes que te queremos muchísimo, hija- empezó su padre, con las manos en los bolsillos-. Queremos comprenderte lo mejor posible, y aunque hayas tomado ciertas decisiones incorrectas...
Imelda se cruzó de brazos e iba a replicar, pero su madre le sujetó las manos para detenerla.
-Lo que tu padre quiere decir, mijita, es que no te obligaremos más a conseguir marido. Siempre imaginamos que la creencia de que la hija debe cuidar a su madre cuando esta envejezca, era incorrecta, pero cómo huyes tanto de los muchachos, pensamos que sería lo mejor para tí.
-No más salidas sola a ninguna parte, sólo al mercado o a pasear a nuestra madre- completó Felipe, manoseando el cuello de su camisa.
Imelda pensó que debía de sentirse agradecida, feliz, satisfecha, pero para su pesar, no sintió nada de eso. Se sintó algo vacía y desconcertada.
-¿Eso era todo?- su tono era cortante, y sus ojos, inexpresivos.
-Por lo pronto sí, hijita- dijo su madre, y toda su familia se acercó a abrazarla. No les correspondió-. Bueno, te dejamos hacer lo que estabas haciendo.
Y se fueron tan repentinamente cómo habían llegado. Tomó el molde, y la atacó unas ganas sofocantes de llorar. Pero no tenía razón alguna.
-Lo he arruinado todo- murmuró para sí misma, y una lágrima amarga salió de sus ojos, pero la limpió con rudeza antes de que pudieran seguir saliendo. Tenía el sueño de casarse y tener una familia, pero por protegerse tanto había terminado por sentenciarse a sí misma.
Siguió preparando el pastel. Lo metió al horno, y salió por la puerta trasera sin que nadie se diera cuenta. Mientras caminaba, se miraba los pies, sin tener un rumbo fijo, hasta que se chocó contra alguien.
-Lo sien...- el hombre alzó la vista y ella lo pudo reconocer. Era Ernesto, bien peinado y pulcramente vestido. Llevaba algunas rosas en la mano-. ¡Ah, hola Imelda! ¿Buscas a Héctor?
-N-no, es-ss que...-se atragantó con sus propias palabras. Ernesto la vió con una mirada curiosa y divertida, y se recriminó por dentro-. Sólo salí a tomar aire...
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Historia de Amor: 《Héctor e Imelda》
Fanfiction《Quiero que sepas que si te abrazo, si te doy un beso, si te traigo flores, si te escribo canciones, es porque de verdad te quiero...》 /////////////////////////////////////////////////////////////// >>Fanfic basado en los hechos de la película Coco...