-Repasemos esto de nuevo para que no dejemos nada al azar.
-Bien.
-Imelda no te ha visto en una semana, no ha podido volver a vernos por su familia. Si todo lo que me contaste es verdad y no alucinabas, tiene que estar ansiosa por verte.
-Sí.
-Ahora, iremos a la reunión y tendrás que actuar normal, Héctor. Nada de acercarse a ella, o cargarla, o abrazarla. Andaremos con los invitados, y cuando sea hora del baile, primero tocan los amigos de Luis y de allí nosotros. Sólo entonces te acercas a ella.
-¿Ni un beso?
-Por Jesucristo, Héctor, te dije que nada de nada. Cuando te acerques a ella, no digas ninguna bobada como te extrañé o ¿me extrañaste?, o estás muy linda.
-Entonces, ¿qué digo?
-Dile si es que quiere bailar. Si es que todo va bien, va a aceptar y bailas esa pieza con ella. Luego nos van a llamar a nosotros, y cantamos la canción que le hiciste. Luego cantamos la Llorona y el resto ya lo sabes.
-¿Y si me dice que no?
-Estás peor que mujer, Héctor. No te va a decir eso, aunque sea por compromiso lo va a aceptar.
-¿Y si su padre nos dice algo?
-Te inventas cualquier cosa- Héctor se mordió el labio y se miró por enésima vez en el espejo. Quería verla otra vez con ansias. Estaban los dos vestidos con el mismo traje de mariachi, rojo vino con detalles dorados.
-¿Crees que quiera verme?
Ernesto rodó los ojos. Su amigo no podía estar más que embobado.
-Si es que lo que pasó en la escuela es verdad, debe estar muriéndose- Héctor sonrió y se puso el sombrero de mariachi, agarró su guitarra y se acercó a la puerta de la habitación de Ernesto.
-Vámonos ya- su amigo agarró su respectiva guitarra y salieron sonrientes. Se fueron del hostal de Doña María, y caminaron a la cantina.
La noche estaba fresca, con una brisa helada y con miles de lucecitas colgadas. Héctor caminaba casi dando saltitos. Ernesto se burlaba de él, pero lo ignoraba y se deleitaba con la imagen de Imelda en su memoria.
Cuando llegaron a la cantina, el señor Martínez les abrió y los invitó a pasar. Se sacaron los sombreros y los dejaron en una tarima pequeña que era para los músicos. Los amigos de Luis ya estaban tocando, con una melodía alegre y emotiva, pero sin cantar. Saludaron con todos y Héctor buscó con la mirada a la chica. No estaba.
Imelda estaba en su habitación, con su mejor amiga, la chica de ojos miel. Se llamaba Julia, y estaba comprometida con un comerciante. Su romance con De La Cruz había sido pasajero y efímero. Era la última fiesta en la que estarían juntas.
Imelda tenía un vestido elegante y morado, con vuelos en la parte de los hombros. Le llegaba hasta la punta de los pies, aunque llevara tacones un poco más altos de lo normal. Se había hecho un moño, sin adornarlo con ninguna cinta.
-¿Y si ya está abajo?- su amiga estaba sentada en la cama mientras ella caminaba de un lado a otro. Era la única a la que le había contado sobre Héctor-. Deberíamos bajar ya.
-No, no, no. No sé cómo reaccionará al verme; no quiero bajar.
-¿Lo quieres ver o no?
-Sí, pero...me emociono demasiado cuando lo veo. ¿Y si hago alguna estupidez?
-No importa, Imelda, sólo baja. Ven, te acompaño.
Se mordió el labio, y se acercó a las escaleras con su amiga. Julia iba adelante y ella detrás. Las manos le sudaban, y jugaba con ellas con nerviosismo. Podía escuchar la risa de hombres y la música que venía de la parte de abajo de la casa, en la cantina.
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Historia de Amor: 《Héctor e Imelda》
Fanfiction《Quiero que sepas que si te abrazo, si te doy un beso, si te traigo flores, si te escribo canciones, es porque de verdad te quiero...》 /////////////////////////////////////////////////////////////// >>Fanfic basado en los hechos de la película Coco...