6. POR TIERRA

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Minseok husmeó por la casa lo más sigilosamente que pudo. Aún llevaba el shinai en sus manos; quería estar listo para atacar a quien se cruzara por su camino.

Bajó las gradas y caminó con sigilio por una sala de estar. Al fondo del salón, había una empleada parada sobre un banco, limpiando lo más alto de un ventanal. Se trataba de una mujer delgada y por la forma ágil en que se bajó del banco, probablemente era muy joven. Minseok no debería haberse quedado mirándola, debió haberse escurrido por el pasillo cuando tuvo oportunidad.

—¿Quién es usted? —ella preguntó con extrañeza, muy confiada como para sospechar de alguien tan atractivo y con rostro bonachón. Era probable que fuera uno de los muchos contratistas que visitaban la casa últimamente, pero nunca lo había visto, de hecho, vestía demasiado fino como para ser un empleado cualquiera, incluso en su delgado cuerpo, en su rostro y en su extraña mirada felina había cierta elegancia. Aunque, cuando la empleada notó la vara que el hombre aferraba con fuerza, un miedo helado invadió su estomago.

Minseok la vio retroceder, supo que estaba a punto de gritar y lo único que se le ocurrió fue amenazarla con la vara poniendo la mejor cara de delincuente que podía, llevo su índice sobre sus labios para hacerle entender que debía callar. La joven intentó correr pero Minseok soltó la vara y saltó sobre ella, atrapándola de espaldas entre sus brazos, tapándole la boca con una mano y murmuró en su oído —llamesele costumbre— pero se lo dijo en francés. La mujer achicó sus ojos y frunció su entrecejo, el hombre había sonado muy seductor.

—¿Qué? —preguntó ella y Minseok se dio un golpe mental antes de traducir su mensaje.

—No quiero hacerle daño, solo estoy aquí por Luhan.

La empleada no contestó, no hizo ningún movimiento aunque Minseok estaba seguro de que esta vez le había comprendido perfectamente. La giró para poder mirarla a la cara y le descubrió la boca.

—¿En dónde lo tienen? —el hombre preguntó y la mujer guardó silencio. —Dígame en donde está —exigió mirándola a los ojos con enojo.

Unos pasos se escucharon y la empleada estuvo a punto de intentar huir al ver su oportunidad. Minseok la arrastró hasta una esquina en donde un gran mueble repleto de libros y las cortinas los ayudaron a ocultarse.

—Shh —minseok siseó en su oído de nuevo.

La situación era extraña, comprometedora; el cuerpo de ella se pegaba completamente al del intruso. Su corazón latió con fuerza, podía sentir el cuerpo musculoso de ese hombre envolverla con calor. ¡Dioses! Era tan incorrecto. De pronto el sujeto se alejó un poco, la tomó de los hombros y la miró a los ojos. Le puso el índice sobre los labios, advirtiéndole que se mantuviera silenciosa. Se miraron a los ojos y hubo un destello de algo que ninguno sabría explicar bien, pero que se parecía a la confianza. Ella asintió y él retiró el dedo de su boca.

—El prometido de la señorita Guan se está quedando en una habitación del segundo piso. Al subir las gradas vaya a la derecha, es la última puerta, al lado del ventanal.

Minseok sonrió de lado, casi dejándola sin aliento.

—Gracias. Por favor no le diga a nadie que me ha visto por aquí. ¿Si?

La empleada asintió de nuevo. —Pero, ¿quién es usted?

—Kim Minseok—susurró tomando su mano y plantando un beso en ella como todo un caballero, —A sus ordenes —agregó, dándole una de esas miradas que usaba para convencer a su esposo de prácticamente todo.


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4. DADDY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora