20. SERGIO

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Amanecí con un fuerte dolor de cabeza. Lo cierto es que me dolía todo el cuerpo. Ese cabrón sabía lo que se hacía. Me había golpeado las costillas con saña.

Agustín me confirmó lo que yo ya sabía. Los que nos tirotearon eran dos y llevaban armas con silenciador igual que mi amigo el acosador personal de Iria. Yo no pude verlas pero encontraron los casquillos que resultaron ser de 5,7 milímetros por lo que dieron por hecho que llevaban dos FN Herstal cinco-siete. No se encontraron los casquillos del cuarto tirador, los había recogido del lugar. No pude ver cuántas veces disparó, pero Iria afirmaba en su declaración que solo lo vio hacerlo una vez.

Cuando me dijeron la cantidad de casquillos que habían encontrado se me heló la sangre. Nos habían disparado cerca de cuarenta tiros. Y yo les había hecho frente con mi cargador de trece puñeteras balas y aun me habían sobrado dos. Al final resultó determinante elegir el escondite, se ve que qué el sol del atardecer les diera de cara los hizo disparar a ciegas.

Había sangre de ambos en la escena así que si yo había herido a uno, al otro lo había herido el acosador. Con un solo disparo. Era un profesional. Sabía que Caaveiro me contó la verdad, pero no estaba tan seguro de que Maceiras no me hubiera mentido, todo parecía cobrar sentido. El acosador había aparecido en la fiesta, la noche en la que Caaveiro supuestamente se había enterado, pero Maceiras lo sabría mínimo desde unos días antes y le había dado tiempo de apretarle a su contacto de la policía y saber donde estábamos para enviar a ese tío. Que trataba de proteger a Iria ya me había quedado claro del todo. Pudo habernos matado a los dos y no lo hizo.

Luego Maceiras puede que simplemente hubiera decidido ocultarle parte de los detalles a Caaveiro porque sabía que tarde o temprano hablaríamos con él y al tratarse de su hija no querría dejar las cosas al azar.

No podía pensar, necesitaba levantarme y tomarme unos cuantos analgésicos y seguramente volver a acostarme. Agustín me había dado un par de días libres para que me recuperara. Iban a trasladar a Iria a otro piso más seguro, pero de momento había comenzado por reforzar la seguridad en el exterior y doblar los que permanecían con ella.

Dudaba que después de lo de anoche fueran a intentar nada nuevo, no estaba preocupado por eso, pero el hecho era que no estaba tranquilo y sentía la extraña necesidad de verla y saber que estaba bien. Cuando se la llevaron estaba en pleno shock. Sonreí al recordar como se había preocupado por mí antes que por sí misma.

Recordarla en ese estado tan... penoso, temblando asustada como un cervatillo y verla despeinada, con el rostro tiznado, llorosa y con aquella ropa deportiva que hacía que se le marcase todo... y sus interminables piernas con las rodillas raspadas. Joder, me había provocado un estado de nerviosismo, de impotencia, incluso de crispación tal, que había sentido la necesidad de salir corriendo muy lejos de ella, aunque lo que de verdad me había pedido el cuerpo era, por delante de la necesidad de respirar, abrazarla, abrazarla muy fuerte y protegerla y apartarla de todo y de todos.

Me había intentado alejar de ella lo máximo posible y no lo había conseguido. Anoche no pude evitar la tentación de enviarle un mensaje. Se me estaba yendo el baifo pero bien. Me estaba volviendo loco. Por primera vez en años una mujer me volvía loco de remate y resultaba ser en realidad una chiquilla. Una chiquilla rebelde y cabezota que estaba poniendo mi mundo patas arriba.

El móvil comenzó a sonar. Reconocí la terminación. Era Irene. Por eso no le daba nunca mi número a una tía con la que me acostaba. Ni siquiera la había grabado. Escribir un nombre de mujer en la agenda era firmar tu sentencia de muerte. Tenía que cortar con ella por lo sano y tenía que hacerlo ya.

Le escribí un mensaje para zanjar el acoso al que me había sometido desde anoche:

Irene, estoy en mitad de un operativo delicado,
las cosas se han torcido y no sé cuando voy a
poder volver. Sabes a lo que me dedico. Ayer
insultaste a una de mis compañeras, no vuelvas
a hacerlo, estás jugando con mi trabajo. Te llamaré
para quedar, espero que mañana a lo más tardar, si
no ya te llamaré porque tenemos que hablar.

TE PROTEGERÉ CON MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora