Capítulo 11.- "Ojos tristes"

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Un metro setenta y algo, casi ochenta. Su cabello negro como la noche, sus cejas gruesas y pobladas que jugaban perfectamente con la delicadeza de sus ojos negros en los cuales se reflejaban la luz de la luna. La comiaura de sus labios denotaba que hacía un tiempo no sonreía. Su tez moreno aperlada. Su ropa estaba rasgada, portaba un juego de pantalón y chamarra de cuero ajustado a su cuerpo, de color negro, sus pies estaban descalzos y tenían grilletes al igual que una de sus muñecas. Tenía alas, poco brillantes pero se reflejaba la luna en algunas de sus plumas negras, las tenía pegadas a su cuerpo, envolviéndose del frio. Parecía lastimado, maltratado, se aferraba a la vida.

Miraba fijamente a la luna, una luna que se iba y regresaba, que contemplaba tras una pequeña ventana de barrotes. Siempre que tenía la oportunidad, la miraba, la añoraba, << ¿Qué se sentiría surcar el cielo? Sentir el viento frio entre su cabello, entre cada pluma de sus alas>> pensaba, cada que la veía tras los barrotes. No estaba en una cárcel, era algo peor, era un laberinto situado en medio de la nada, en donde su única compañera era la luna y dos sueños. El primero era ser libre para agradecerle a la luna que no lo olvidaba, siempre regresaba a verlo. Y el segundo, encontrarla, no bastaba soñar, necesitaba ver esa mirada, necesitaba verla sonreír, ¿Quién era y por qué la veía en sus sueños? Algo tenía claro. Si no salía de aquel lugar con vida no conocería a aquella ángel que soñaba.

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