Capítulo 3.- "Memorias"

6 2 0
                                    

¡¿Cómo me atrevo a preguntar esas cosas?! Me sentí tan apenada, por haber preguntado eso. Ni siquiera sé la razón del porque lo hice, peor aún, es algo que no me incumbía. Solo espero que no me lo tome a mal, digo, tal vez no le guste tocar el tema.

- ¿Estás segura que quieres escucharlo?- Me preguntó mientras sacudía el polvo de su toga.

No logré ver su expresión así que solo pensé en desviar el tema.

- ¡Claro que no, es una broma! - (¿Una broma? ¡si, como no!) – es solo que me dio pena preguntar tu edad o algo así-.

- ¿Mi edad? Buena pregunta, es algo curioso - levanto el rostro hacia a mí, sonriendo – hmmmmm... ¡Haber! Tengo un año y medio más que tú-.

¡¿Un año y medio?! Parecía tener cerca de 30 años, y yo solo tengo 19. ¡No puede tener apenas 20 ó 21!

- ¡¿Cómo es eso?! – le pregunté de una forma un poco exagerada, mi voz denotó que no le creí.

- Sígueme y te lo explicaré – se limitó a contestar.

Continuamos recorriendo los pasillos del Sutti mientras me explicaba lo siguiente:

- Aquí en el paraíso, pasan tres años mientras en tu antiguo lugar de estancia pasa apenas un día. Así en resumidas cuentas, tengo un aproximado de 1650 años aquí, en el Sutti. Así que el año y medio que discrepamos es aquí, ya que acabas de llegar.

Solo recuerda que una vez llegas al paraíso, el conteo de tu edad ya no es de mucha importancia, somos seres inmortales y envejecemos a nuestra voluntad, a menos que seas herido por el arma de un demonio... en ese caso podrías morir -

¡¿Tres años en un día?! A eso se refería con un año y medio. Ahora me siento más aliviada, de cierta manera...

En ese momento recordé algo... mi nuevo nombre.

- Espera, tú me nombraste, me llamaste Iris - le comenté.

- Sí, así es, ¿no te agrada? – me preguntó un poco desanimado.

- Sí, es muy hermoso, pero, ¿cómo deciden eso? ¿Eres el encargado? -

- No, cualquier ángel puede nombrar a otro, somos iguales y al pasar a ser parte de nosotros, es una forma de darte la bienvenida – me explicó.

- Pero ¿en qué te basaste para llamarme así? - esa era mi gran duda.

- Iris, te llamé así porque tu alma emana luz, debe ser por tu edad, ¿tienes 18 ó 19?- Me preguntó.

- Sí, tengo 19 - Adivinó mi edad.

- En fin, además queda con tú apariencia- Dijo en tono burlón- Eres bajita, delgada, tez blanca, pelo negro... –hizo una pausa y su voz sonó suave - tus cejas son finas y hacen que tu mirada sea muy profunda y cautivadora, tu nariz es pequeña y tus labios son finos, pero muy llamativos cuando sonríes... - Volvió a hacer una pausa y respiró hondo – Te pareces tanto a ella... - esa última frase sonó a melancolía.

¿Ella? ¿Quién es ella?... Su rostro se tornó un poco triste, así que decidí no pregúntale. Al "concluir" nuestra plática llegamos a un salón en donde me pidió entrar. Era un guardarropa increíblemente gigantesco y al poner el primer pie dentro, llegaron una gran cantidad de pequeños ángeles volando de todas direcciones (parecían ser niños, después aprendí que son llamados querubines), me rodearon en una especie de torbellino en el cual solo veía como caía sobre mí una lluvia de plumas, sentí como cuando sales en medio de la lluvia y dejas que el agua acaricie tu cuerpo. Eran tantas que tuve que tapar mi rostro para evitar estornudar, sentí el roce de las plumas lo cual causó cosquillas, al abrirlos de nuevo y ya no estaban los querubines, habían desaparecido como llegaron. A mí alrededor podía observar como numerosas plumas giraban en un remolino donde me encontraba encerrada, era tan hermoso. Al instante las plumas empezaron a desaparecer como un copo de nieve se derrite al salir el sol en un día de invierno. Aquel hermoso evento se quedará grabado en mi mente.

Mientras estaba perpleja del escenario en el que me encontraba Orel me observaba detenidamente con una ligera sonrisa.

- ¿Qué pasa?- le pregunté con una enorme sonrisa en mi rostro.

Tomó su toga y no mencionó ni una sola palabra.

Volteé a verme... ¡Mi ropa, había cambiado completamente! Ya no contaba con las prendas con las que llegue (un pantalón de mezclilla color azul y una blusa rosa sin ningún estampado, ¡valla fachas con las que se me ocurrió morir!), ahora tenía mi túnica, me sentí aceptada por los ángeles, estaba feliz.

¡Alas! Voltee rápidamente pero no encontré lo que buscaba, no tenía alas.

- ¿Y mis alas? - pregunté a Orel.

- Tendrás alas cuando tengas el nivel suficiente o dependiendo de tu posición, cada tipo de alas tiene su función - me dijo mientras me indicaba con una señal que debíamos seguir avanzando.

Salimos del grandísimo salón al que entramos y me hizo una pregunta:

- ¿Ya decidiste que tipo de ángel quieres ser?

- No, es una elección difícil. Me da miedo... - 

- ... ¿salir herida o morir?- terminó mi frase como si pudiera leer mis pensamientos. Orel volteó a verme inclinando su cabeza – Ven, te contaré una historia-.

Las NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora