00| El inicio del caos

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Esa misma noche

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Esa misma noche.

Ciudad de Nueva York, EE. UU.

RIDGE WITTMORE

Mi ritmo cardiaco comienza a aumentar, la adrenalina está en marcha.

Una brecha de calor me da un latigazo intenso recorriendo cada uno de los músculos y tendones de mi cuerpo, a medida que aumentó la velocidad de mis pasos también aumenta la respiración errática. El aire entra y sale dando un golpe seco a mis pulmones, duele respirar.

Ahora es cuando más maldigo en mi interior haber ignorado todas esas veces que Nils o Zavick me invitaban a salir a correr con ellos, en vez de eso prefería quedarme tanto como sea posible en el teatro de la universidad e ignorar a mis amigos deportistas. Ja, el destino quiso jugársela en mi contra esta vez y reírse en mi cara. Gracias, eh. Pero aún así, debo de reconocer que mi prácticamente inexistente masa muscular está dando lo mejor de sí mismo en este trecho desolado.

Supuestamente, el mundo había catalogado a Nueva York como la ciudad que nunca duerme. Otra mentira. No había un puto ser vivo a kilometro en la redonda aparte de mí y los dos sujetos que me habían emboscado para sacarme lo que traía encima, pero como no estaba en sus planes que termine siendo un cabrón huidizo les tocó correr detrás de mí.

Intento mantener la mirada fija en la calle para no perder el ritmo, bloqueando de esa manera todas las sensaciones que me abordaban en ese momento. Pero tras un medio segundo flaqueo cuando la brecha de la esperanza empieza a encenderse en mi pecho; vislumbrar las luces traseras de dos coches que aparecieron en la esquina de la calle. Intento dar un último esfuerzo para poder poder llegar al primero, aumentó la velocidad en las piernas y mis dedos llegan a golpear la cajuela del Golf blanco, no produce ni siquiera un cosquilleo en el conductor. Así que corro más rápido para llegar a la ventanilla, donde una mujer mayor fija su mirada en la calle hasta que golpeó el vidrio del asiento del conductor, entonces, ella ajusta sus gafas de pasta para fijarse en mí.

Cuando me nota todos los músculos faciales se le aflojan para dar una mueca de pánico absoluto, acto seguido gira su cabeza a la postura anterior y pisa el acelerador a fondo dejándome atrás en una nube inmensa de tierra.

Puta mierda.

Aún así no aflojo el trote porque aún tengo el siguiente coche. Un Volkswagen Vocho con la pintura salpicada va mucho más lento que el anterior, así que no implica un gasto físico mayor y rápidamente llegó hasta la ventanilla del copiloto. Detrás del volante de este viejo auto hay una chica de cabellera roja intensa, tiene el ceño fruncido y agarra el mandó como si sus manos fueran garras a punto de destrozar a su víctima. Bien, no importa lo cabreada que esté, tal vez, se apiade más de mí que esa anciana dramática.

La garganta se me cierra, así que doy un leve manotazo sobre el vidrio lo que es suficientemente fuerte para captar su atención. Y en ese mismo instante, sus orbes turquesas se quedan atrapados en los míos y el ceño fruncido desaparece por completo para ser reemplazado con uno dubitativo, el cual traspasa hacia su mirada un poco perdida. Doy un segundo golpe a la ventanilla para despabilarse, y funciona porque parpadea un par de veces sin dejar de mirarme.

Mi corazón se hunde en lo más recóndito de mi caja torácica.

—Ayúdame.

En menos de un segundo sus voluminosos labios se entre abren y cierran hasta que la velocidad merma y me abre la puerta del copiloto. No lo dudo ni un segundo, me lanzo como si fuera un clavadista a la piscina y cierro la puerta sin disimular mi apuro.

—Acelera —pido en un hilo de voz seca.

—¿Qué?

—¡Solo pisa el maldito acelerador! —espeto desesperado.

Echó una mirada por el espejo convexo donde se notan ambas figuras oscuras llegando detrás del coche y ella también lo nota porque inmediatamente pisa el acelerador a fondo. Dudo mucho que lleguemos lejos en este vehículo, pero era la única posibilidad de estar a salvo.

Vaya mierda en la que se había convertido mi noche.


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Hermoso Caos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora