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Algunos pequeños quisieron que volviera a hacer un poco de sus trucos con las antorchas, y no tuvo ninguna objeción en aceptar sus insistentes pedidos, no le molestaba en absoluto además que le gustaba verlos sonreír, era uno de sus gustos que guardaba para sí pero era más que evidente. Amaba a los niños, tenía la necesidad de protegerlos y hacerlos felices, ellos eran importante para Blard, no se negaría en ser un niñero si no fuera por su trabajo de 24 horas.

Agarró sus preciadas antorchas, unas que hace poco había regalado su hermanito Stave para tener mejor atuendo y verse más rudo, o como el menor decía, un badass de los que más atrae chicas y chicos que pueda existir, sabía que lo había dicho de forma burlona pero había apreciado el gesto de darle un arma más útil.

El fuego era uno de sus gustos más grandes, y por ello ha conseguido el apodo de pirómano, no le molestaba, le gustaba; sentía como se apegaba aquel apodo a parte de su ser, y tomando el par que tenía, las prendió algo alejado de las tiendas para no provocar accidentes y hacer malabares para deslumbrar a los pequeños, era muy habilidoso y después del pequeño acto con trucos que asustaban, las apagó con simpleza.

Los niños felices siguieron con lo suyo, entretanto él iba a su nuevo recorrido. 

Just Blard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora