Antes de ser corrompidos por el poder y la ambición, Catarsis funcionaba como un medio poco convencional para liberarse de las ataduras del mundo. Cada uno de sus jugadores tenía una historia detrás de su apodo; unos más oscura que otras.
Porque más...
Dedicado a PigeonSolitary por su completa opinión sobre Creed ❤
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hay una pausa que se extiende en la sala previa a la lluvia de preguntas. Me hago hacia atrás, dejando mi espalda acomodarse en el respaldo de la silla y cruzo mis brazos. El sonido metálico de mis botas chocando con las patas de la silla es lo único que se escucha, además de la pesada respiración del sujeto, la cual podría pasar desapercibida con el bramido de un toro furioso.
El detective en cuestión apoya un brazo sobre la mesa haciendo que su traje —al borde del estallido— se arrugue en pliegues aglomerados en su axila. Ese detalle secuestra mi atención y me veo en la necesidad de sugerirle que se quite la chaqueta o hacerle una jugarreta al respecto. Prefiero callar en un vaivén de recuerdos donde mi falsa condescendencia catapultaba el desastre.
—¿Cómo se encuentra?
Toma la iniciativa de una manera inesperada. Dado a su imponente aspecto sugerí que el interrogatorio sería directo.
—He estado mejor.
—Atendía otros asuntos, por eso tardé.
Su excusa me hace sonreír con disimulo porque sé que miente. La mayor parte del tiempo, en un interrogatorio, dejar al sospechoso solo en la sala tiene como fin investigarlo. Puedo manifestarme a la vista como un cretino, pero sé de estas cosas. No es la primera vez que me encuentro en una situación así.
La diferencia ahora trasciende en que sí soy culpable.
—Dime, Creed, ¿te dedicas a algo en particular? ¿Trabajas, estudias, haces algo?
Vierto mi cuerpo sobre la mesa y apoyo mis codos en ella para mostrar interés. Sé que detrás de preguntas informales existen las segundas intenciones, que desea crear un acercamiento para hacerme caer en el austero juego de la evidencia.
—Soy músico —respondo—. Mejor dicho, trato de ser uno.
—¿De verdad?
Asiento con orgullo.
—Tengo una banda, llevamos más de año y medio tocando.
Los músculos son tensos en la cara del detective, está sonriendo forzadamente; trata de hacer de la conversación un vínculo amistoso que no pretendo digerir, pero seguirle el juego es todo lo que puedo hacer para salvarme el pellejo.
—¿Cómo se llaman? —pregunta, anotando todo en una libreta del tamaño de su mano.
—Dropping Dead, es un eufemismo a nuestro futuro.
La caligrafía de mi interrogante es terrible, peor que la de un doctor. No puedo entender una mierda lo que escribe.