XI

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La paliza de Eris tuvo su consecuencia inmediata. Todo mi cuerpo estaba caliente, hervía a causa de la presión momentánea que duró segundos. No me sentí airado, ni siquiera cuando los espectadores que presenciaron mi fatal derrota, el calor se debía al movimiento rápido, los golpes certeros, la sangre fluyendo a su ritmo para formar los hematomas. Sudaba de la frente, y el deslice por mi piel ardía, picaba, no me aliviaba nada. Mi rostro se estaba hinchando, el aliento agitado que expulsé salió acompañado de un gargajo de saliva y sangre. Tenía que estarme viendo fatal, deplorable, ridiculizado en segundos. Sin embargo, pese a ser aquella la penosa realidad que siempre cargaba, el centro de atención no era yo tendido en el suelo, sino la misma Eris.

Una vez me liberó, caí hacia atrás, como un muerto. Extraño es decirlo, porque eso es lo que soy aquí en la sala del interrogatorio, eso es lo que siempre fui: un peso muerto.

—Vamos a curarte.

Seguí a Eris con resignación, temiendo otra golpiza por no hacerle caso. Era incomprensible cómo alguien que me llegaba a la barbilla causaba tanta potestad sobre mi persona en unos pocos minutos. Me detuve a pensarlo por un microsegundo, en lo absurdo que resultaba todo, en mi sometimiento como si fuera un animal.

Animal, sí, eso mismo era yo siguiendo en silencio a mi supuesta apostadora, porque no me cabía dudas de que su físico era el de mi apostadora, pero en cuanto a personalidad... En sus palabras marcadas, altas y gélidas no había rastro de Kali.

Eris me llevó al mismo cuarto donde me encerré la primera noche con Gustav, cuando me obligó a elegir entre Bohemia, Monarquía y Legión.

Apenas pude poner el culo en una de las sillas sin quejarme y reprender en un mar de maldiciones e insultos al aire. Solo entonces pude rendirme al cansancio. Eris, mientras yo hacía el intento de acomodarme, se paseaba de lado a lado buscando el botiquín. Analizándola con mayor amplitud y atrevimiento, me puse a reflexionar sobre la elección de bandos. ¿Si mi apostadora tenía otra personalidad eso significaba que Eris tenía otro bando o ambas seguían en el mismo? Cuando me aventuré a desarrollar la pregunta en mi mente caí en cuenta de lo bien asumido que ya tenía eso de las personalidades, aunque bien me parecía totalmente absurdo al comienzo. Pero allí estaba la duda, ¿realmente mi apostadora sufría de un trastorno o se trataba de una simple actuación? Quizás era una prueba o una especie de entrenamiento mental.

«Vaya adoctrinamiento de ser así», solté moviendo mis ojos hacia la determinada figura de ropas negras frente a mí. Yo sentado y Eris de pie frente a mí.

—Deja de mirarme, es un fastidio —reclamó, su voz golpeada lo emitió como una orden—. O al menos hazlo con disimulo.

No me defendí porque la prudencia en mí prácticamente no existía desde ya tiempo, también porque no quería mayores problemas. Con el perfil en alto, giré a un lado en busca de qué entretenerme; nada había entre la montonera de sillas y mesas que pudiera calar mi más profunda atención.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2021 ⏰

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