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Holmes indaga con aspecto turbio entre el papeleo de la carpeta beige que recientemente fue a buscar junto con otro café que le pedí. A todas luces la sala de interrogatorio parece tornarse en mi nuevo espacio del que no podré salir hasta que me proclame como culpable. Quienes están del otro lado del enorme espejo se deben estar riendo de mi malgastado buen ánimo. Ellos, con sus jodidas cámaras, son los testigos de mi declive personal en el transcurso de... ¿de qué? ¿Minutos? ¿Horas? No llevo la cuenta del tiempo ya. Encerrado como un recluso más, todo se hace eterno y paupérrimo. Poco a poco quieren que ceda, porque, tal vez, ellos ya tienen con qué acusarme y esperan mi desesperación para la declaración.

Malditos, no dejaré que me lleven con ellos.

El levantamiento de cabeza que recorre desde la mesa hacia mí, me indica que Holmes tiene algo más que utilizar en mi contra. De la carpeta saca una hoja en blanco y un lápiz. Quiere que escriba.

—¿Puedes escribir Deepest of convictions en mayúsculas, Dechart?

—¿Van a estudiar mi caligrafía?

Mi pregunta irónica permite enseñar lo intranquilo que me voy sintiendo cada jodido minuto aquí. Una razón más para hacerlos dudar de mi inocencia, pero ¿para qué escribir?

No importa, antes de negarme, prefiero ser colaborativo y cumplir su petición. 

Lo hago porque estoy hasta el cuello de problemas, porque me parece estrictamente necesario. Así como me parecería imperativo segregar mis intenciones en determinadas situaciones expuestas a lo largo de mi experiencia en Catarsis. Por esto, corrupto por la supuesta doble cara que se atrevía a exponer mi apostadora, tuve la necesidad razonable de poner alto a su hipocresía.

Emprendí mi paso entre tantas personas y mesas propuestas en entorpecer mi paso, nada iba a romper mi determinación momentánea flameando con violencia. Absolutamente nada, excepto el llamado desde el escenario invitándome a subir nuevamente.

Un debate crudo me llevó a optar por mi música, mi grupo y el ferviente motivo que llevó a Dropping Dead presentarse en aquel pub. Decidí arriesgarme en elegir mi principal prioridad, sin tener una suposición clara que, a futuro, mis prioridades sufrirían una mutación extensa.

Si existía un mal al que debí oponerme, quizás ese fue integrarme demasiado en Catarsis.

—Vamos, Creed, deja de embolinar a una pobre chica y sube de una jodida vez —llamó Shadow desde el micrófono, siempre al filo de su doble sentido absurdo.

Me abrí paso entre las personas y llegué al escenario. Después de agarrar mi guitarra y acomodarme frente al micrófono principal, una idea despertó la sonrisa que había estado ocultando tras reparar en la llegada de mi apostadora. Al dar con ella, ahora sola en su mesa, no omití la sonrisa tétrica que perfilé para la dicha oscura que me corroía.

CATARSIS  [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora