IX

6.7K 977 1K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En el pasillo de la universidad, con un cigarro en mi izquierda y el celular en mi derecha, aguardaba por la pronta respuesta de mi apostadora, quien a pesar de haber buscado una explicación consistente de su parte durante dos días enteros, pasó de mi existencia como si fuera la colilla pisoteada de un cigarrillo. Analogía conveniente que me dejó a cuestas de darle otra calada a mi cigarro y el que decidí lanzar al piso para aplastarlo.

Qué patético debí verme para los demás que pasaban, todos mis conocidos esbozando sonrisas de falsa cortesía. Olía la hipocresía, seguro se reían de mí por estar desamparado en la mitad de un pasillo como un tonto enamorado que aguarda la llamada de su novia. Los detestaba, y aún así no podía dejar de responder con un ademán.

Llegué al punto culmine de mi paciencia, la misma que hacía unos días mi apostadora sugirió desarrollar. Y una mierda, pensaba cuando su cara modulando las palabras llegaban a mí, una cosa era tener paciencia y otra muy diferente era ser ignorado. Lo último no me gustaba nada.

Decidí romper con mi poco orgullo preguntándole a Gustav sobre Kali, si sabía sobre su paradero, si continuaba viva y si realmente se tomaba enserio su posición en Catarsis.

Gustav, el mismo al que no le importaba un carajo en la universidad, lució sumamente interesado en mis preguntas. Lo miré con despotismo y asco, me pareció igual a un perro al que su dueño llama desde la sala. Solo le faltaban las orejas y la cola, entonces sería ideal llamarlo El perro Gustav, porque eso era y siempre sería para mí: un perro traicionero y embobado por mi apostadora.

—Haré una llamada —me dijo en una tonada de preocupación que se complementó a su expresión. Caminó un par de pasos lejos de mí y empezó a hablar. La confidencialidad de sus palabras fue asertiva, no supe una mierda de lo que hablaba, pero juzgando su postura, se trataba de algo que deseaba mantener en secreto.

Cortó la llamada y se volvió a mí.

—¿Y?

—Kali te mandará un mensaje.

—¿Hablaste con ella? Si contesta a ese entonces dame el número.

Gustav sonrió expeliendo un jadeo.

—No puedo hacer eso. —Cortó mi acción en seco. Con la mano dentro del bolsillo trasero me quedé hundido en su rechazo una vez más—. Nada de datos personales.

Di un paso a su encuentro, pero Gustav ni se inmutó.

—Que te den por el culo a ti y a tus muertos. —Escupí al suelo demostrándole lo repulsivo que me parecía hablar con él y me largué de ahí.

Me encontraba practicando en la guitarra el momento inoportuno en que mi celular sonó para avisar sobre el mensaje de Kali. No tomé mucho en cuenta la puntualidad de su mensaje, tampoco tomé en cuenta el número desconocido del que provenía y por el que me había molestado en la mañana, mi atención completa se la llevó la instrucción emitida en el mensaje escrito.

CATARSIS  [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora