Amaba como te veías
con ese vestido azul pastel,
te veías tan tranquila,
como si ninguna tormenta
estuviese atravesando tus heridas.
Paz, reflejabas paz;
aquella que tus muñecas
no podían reflejar.
Paz era la que podías darme
después de que cometía algún desastre
y tú solo querías besarme,
porque aún con mis nudillos rotos
no podía resistirme
a esos labios rojos.
Tú siempre querías correr.
No sé que le veías a eso,
pero parecía que sentías
que así podías huir
de todo lo malo
que estaba pasando aquí.
Entonces yo corría tras de ti,
porque amaba verte libre,
sin fingir;
y admiraba tu belleza,
pero luego comprendí,
tu solo querías huir,
huir,
huir,
y aunque correr te hacía sentir,
nunca estabas completa.
Al final tu siempre eres tormenta,
y ese azul pastel
no hará que te detengas,
y es triste verte ir,
porque de alguna manera
estaba esperando que te quedaras.