Nunca te agradecí por esos momentos
en los que me hacías sentir libre,
aunque yo estuviera preso en ti.
Por esas veces en las que
quisiste repararme,
aunque ambos sabíamos que era inútil,
porque algo roto,
solo causa más desastres.
Por todas esas veces
en las que me rompí,
y enseguida te cortaba con los pedazos,
pero tu seguías creyendo en mi,
aunque yo ya no lo hiciera.
Lamento haberte roto tantas veces,
no fue mi intención,
te juro que no fue mi intención...
