CAPITULO SEIS

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El silencio inunda todos los rincones de la habitación. Todo duerme, estático, muerto. Tu voz, cálida como el sol español, desgarra la telaraña de dolor que me envuelve.

—Dime, Yuzu, ¿Qué fue exactamente lo que pasó ayer? —Me observas detenidamente, como tratando de leer mis pensamientos.

Bajo la mirada como si de esa manera pudiera protegerme de ti, del hechizo de esos penetrantes ojos café que me persiguen incluso en sueños. Esos ojos que son mi adoración y mi perdición.

—Yuzu, ¿Qué sucede? ¿Por qué no quieres decírmelo? ¿Acaso ocurrió algo malo? —Dices, visiblemente preocupado.

Siento la boca seca, las manos pegajosas, el corazón encogido. No quiero que me odies, que me mires con lástima, con asco.

—Yuzu, por favor, habla ya. Tu silencio me está matando. —Suplicas al tiempo que te acercas a mí y empiezas a acariciar mi mejilla suavemente con tu pulgar.

Me estremezco al contacto de tus dedos. Mis piernas tiemblan, y tengo que recargarme contra la pared para no caer. Entonces tu mano me sujeta de la cintura y un intenso calor recorre mis entrañas. Tus manos me queman, mi piel arde al contacto con la tuya mientras una corriente eléctrica recorre toda mi piel.

—Si de verdad me aprecias como dices, dime la verdad, Yuzu.

No puedo pensar claramente cuando tu rostro se encuentra tan cerca del mío. Me pierdo dentro de tus hermosos ojos cafés. Esos ojos que me han reconfortado tantas veces y mejor que millones de palabras. Esos ojos que siempre me han mirado cariñosamente, inundando mi alma de felicidad. Esos ojos que nunca me han ocultado nada y de repente me hacen sentirme culpable; así que decido que es momento de hablar.

—Javier... ayer cuando te sentiste mal en el cricket me pediste que te trajera a tu casa. Lo hice... y cuando estaba a punto de irme me tomaste de la mano y... me besaste.

Apartas tu mano, visiblemente asqueado y mi corazón se rompe en mil pedazos.

—Espera, ¿Qué? No, Yuzuru, eso no puede ser. Sabes que tengo novia y la amo. Yo no la traicionaría nunca, ni con el pensamiento.

«Lo hiciste con tu cuerpo»

Tus palabras son la gota que derrama el vaso, me siento furioso.

—De nuevo esa mujer, Miki esto, Miki aquello, Miki lo otro... ¡Ya me tienes harto con esa maldita cantaleta!—Mi voz sube cada vez más hasta gritar, ya no puedo mantener la calma. —Dices que la amas, que es todo para ti, pero bien que ayer te olvidaste de ella completamente... en mis brazos, cuando estabas dentro de mí. ¿Quieres saber lo que realmente pasó entre nosotros Javier? ¡Ayer tú y yo hicimos el amor!

Me ves como si estuviera loco, un demente que ha empezado a desvariar, me miras como si tuviera algo contagioso; una mirada de lástima y desprecio a la vez.

Pero esa mirada no dura mucho, después de unos segundos, sueltas una estruendosa carcajada.

—Seguramente esto es idea de Raya, ¿verdad? Una de sus famosas bromitas. Llámale y dile que esta vez no logró engañarme. ¿Cuánto te pagó? Debió haber sido mucho dinero para que aceptaras hacer algo así.

El puñal se entierra aun más profundo en mi corazón. Siento ganas de llorar al darme cuenta que el momento más hermoso de mi vida es solo una broma de mal gusto para ti.

¿Hacer cosas porque alguien me ha pagado? Tal parece que no me conoces realmente, pero quizás lo más sensato sería seguirte la corriente y fingir que todo fue un invento de Raya, aunque todavía tengo la tonta esperanza de que si lo intento lo suficiente, quizá recuerdes. Y muy en el fondo quiero creer que volverás a ser el mismo hombre que por unos breves instantes me hizo sentir amado y protegido.

TRES SON MULTITUDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora