27. Profecía.

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Lo último que recuerdo después de que el cadáver volvió a caer inconsciente en la camilla metálica, fue ver todo borroso, y luego el golpe de mi cabeza chocar con el suelo y por último la oscuridad invadir mi mirada.

Desperté al amanecer rodeada de miradas angustiadas, esperando que les contara que hacia en el suelo del laboratorio inconsciente y con una quemadura en mi brazo con forma de marcas de dedos.

Antes contestar a todas las preguntas que mis amigos y futuro esposo me habían hecho, pedí ver a Kathie y a Ellie, mis insistencias dieron frutos, finalmente mis hijas descansaron en mis brazos y finalmente pude hablar.

Relaté lo que había pasado, desde las voz en mi cabeza que me llamaba, lo que dijo el cadáver acerca de Ella y Katherine, hasta que el cadáver cayó en la camilla y yo también caí en el suelo.
Cuando terminé, toda la habitación quedaba en silencio, solo se podían escuchar uno que otro balbuceo que las bebes emitían entre ellas y las aves que cantaban cerca de la ventana cada mañana al despertar, solo que esta vez, el cantar de los pájaros parecía irritarme. Hacia más largo el tiempo.

—Con que... ¿Herederas de los ángeles?— Preguntó Magnus después de los tortuosos minutos de silencio que había en la atmósfera.

—¿Sabes algo acerca de ello?— Pregunté yo mirándolo con atención, si había algo que hablara de eso, también había una manera de que lo que había dicho aquel cadáver pudiera ser un error. Mis bebés no podían destruirse entre ellas. Podía ver cada día como se buscaban la una a la otra al despertar y no verse. Aunque fueran aun demasiado pequeñas, ellas tenían un vinculo, y éste se estaba fortaleciendo.

—Hace algunos años... Bueno, tal vez siglos, hubo rumores acerca de una vieja profecía que había sido escrita por el ángel Uriel. Fue encontrada por un cazador de sombras, este fue guiado por voces que oía en su cabeza a la media noche, las cuales lo estaban volviendo loco. Pensó que si seguía las indicaciones de las voces que rondaban por su cabeza, podría descansar en paz. Cuando encontró dicha profecía se encargó de compartirla entre el mundo de los Nefilim, no tomó mucho tiempo de que esta llegara también a los oídos de los subterráneos, entre ellos. Yo. — Dijo Magnus con seriedad en sus palabras.

—Y... ¿Que decía tal profecía?— Habló Jace, la preocupación empezaba a manifestarse en sus ojos color ámbar.

—Hablaba acerca de que los ángeles enviarían algún día a dos individuos, estos pasarían desapercibidos por los años, hasta que tuvieran la edad suficiente para enfrentar al mundo de las sombras. Juntas lograrían alcanzar un poder inimaginable. Suficiente para acabar con los demonios... Sin embargo... Dicho poder, si no lograba controlarse por ambas, la avaricia y la maldad las consumiría, destruyéndose ellas mismas... O entre ellas. Dando por terminado su ciclo en la tierra...— Se tomó un respiro, dándonos a entender que aun no terminaba de dar su explicación. —El no dio una descripción exacta de aquellos seres que vendrían a la tierra. Las voces en su cabeza aún no se iban, querían que supiera más, sin embargo él se negó y empezó a perder la cordura, muchas personas después de que perdiera la cabeza dudaron de sus nuevas palabras. Pero decía que estos seres serian hermosos, comparados a los ángeles, serian seres de bien... Irradiarían paz y alegría... Decía que posiblemente tuvieran el cabello similar al de las llamas del fuego... Y ojos como dos soles iluminando el día...— Se detuvo y vio a las niñas, las cuales lo miraban, como si comprendieran que hablaba de ellas.— Similares a los de Ella y Katherine. Sus descripciones fueron acertadas al parecer. El cazador no pudo con su locura y terminó quitándose la vida, este se tiró en el lago Lyn, dejando que su cuerpo fuera absorbido por la locura.

Las palabras de Magnus rebotaban en mi cabeza. No podía dejar de pensar en ellas... Mis hijas, serían jóvenes que podrían destruirse mutuamente... Se veían tan unidas, como si tuvieran una especie de conexión en entre ellas, o algún lenguaje que sólo ellas entendían y las hacia balbucear y carcajearse al mismo tiempo de vez en cuando... Ellas no podían eliminarse.

 Herederos de los ángeles •CDS• (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora