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DO.

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Odiaba la escuela, enserio que lo hago. No entiendo – y creo nunca hacerlo – porque duramos de trece a quince años, yendo a ''estudiar'', que el prescolar, la primaria, la secundaria, el instituto, la universidad. Siempre esclavizados a ''aprender''. Lo cual es estúpido, hay dos grandes diferencias entre estudiar y la vida. Que nos pueden enseñar grandes cosas, con caídas y levantadas fuertes.

En el colegio, te enseñan la lección y después te aplican una prueba. En la vida, pasa todo lo contrario, primero te dan la prueba y después la lección. La vida es una grandísima perra, pero es la única capaz de enseñarnos como defendernos en el mundo. Es la única capaz de vernos caer, como también es la única de vernos levantarnos.

En el colegio nunca me enseñaron como defenderme de los golpes de mi padre, nunca me enseñaron como evitar las malas palabras y gritos de mi madre, tampoco me enseñaron a tomar las mejores decisiones para poder salvar a mis hermanos.

Solo me enseñaron vagas palabras en inglés, cuando nunca saldré de corea, me enseñaron las palabras, cuando ya sabía hablar y me enseñaron millones de fórmulas para cosas innecesarias. No iría al súper o una tienda – almacén – y pediría.

-Buenas me da la raíz de 720 en azúcar, con el percentil de 500 gramos de arroz.

Cosas como esas se enseñan en la calle, y la calle es el mejor maestro. Solo la calle y la vida dura te enseñan a resistir los golpes. Más no te enseña hacer fuerte.

Nos hablan de estudiar carreras y ser grandes profesionales, pero no nos dicen cómo lograrlo, o también deciden ignorar el hecho de que algunas personas no tenemos los requisitos para cumplir esas expectativas.

En mi caso, no hay tiempo ni tampoco dinero.

Mis padres decidieron ser – ''buenos'' – por un momento de su vida y huyeron, o eso hizo mi madre. Ya que mi padre murió en la cárcel. Tener una polla en su culo, jodiendo su ano fue muy duro para su orgullo – de macho alfa – por lo que decidió que lo mejor era quitarse la vida – o se la quitaron – y mi ''madre'', bueno ella solo fue por frijoles y nunca volvió. Existen teorías de que haya muerto de sobredosis o un ciudadano de la calle la haya matado. Por lo que solo quedamos JiMin y el pequeño Hoseokie. El último me preocupa más que el otro, ya que JiMin con sus quince años entiende las cosas, porque la calle se las enseño de la peor forma. Nunca admitiré en voz alta que me siento sucio y una mierda, cuando JiMin con sus diez años me vio asesinar un hombre, pero era eso o dejar morir de hambre mi familia. Porque si, mis hermanos eran lo único que aún me mantenían cuerdo, lo único que conectaban mi cerebro con mi cuerpo. JiMin nunca me juzgo, nunca me miro con odio o decepción, aun después de haber aquello me sigue teniendo en un pedestal como su héroe y ese es un lindo detalle, que alumbra en mi pecho como una leve y pequeña – pequeñísima – llama de fuego, que caliente y reconforta mi corazón. Pero Hoseok es otra cosa, solo tiene tres añitos, y es tan pequeñito y débil, que me preocupa romperlo con mis manos de acero y piedra.

Detesto dejar al pequeño solo con el vecino, pero NamJoon pese a ser un vago drogadicto, me ha prestado su mano en varias ocasiones y es lo único que tengo en mano. No puedo permitirme el lujo de faltar a clases, es el único medio que tengo de poder proteger y vigilar a JiMin, el pequeño va un curso menos que yo. Aunque era para que ya hubiese terminado mis estudios hace un año, pero la desaparición de aquella mujer – llamada mi madre – solo complico las cosas, por lo que tuve que desertar por unos cuantos meses, y en esos meses mis notas bajaron y mi personalidad cambio tan drásticamente. Aun puedo sentir las manos de SeokJin limpiando la sangre en mi rostro y secando mis lágrimas, era mi único amigo – sincero – pero tuvo que dejar la ciudad. Su padre era el senador, por lo que tuvo que irse a vivir más cerca de la casa blanca – del presidente – Jin era todo lo que él quisiera ser, rico, alegre y con una vida resuelta. De alguna manera le alegraba que su amigo no viviese la misma mierda que él. Pero ese lado humano mío, me hacía hervir en celos, al pensar que él siempre tendría su cama y un buen techo y obvio su comida – ya que es un pequeño glotón – dando órdenes y bañándose el culo en dinero. Con agua caliente en la ducha, ropas limpias y sin agujeros con un agradable olor y con más de tres comidas al día – sin contar sus meriendas y recesos – viviendo en un lindo y gigantesco palacio con cojines y colchas, con ambientadores refrescantes y de sabrosos olores.

En cambio yo que tenía, dos hermanos por los que debía robar – ES UNA OBLIGACION – una pequeña casa, de tan solo una pieza, sin cojines, cocina o algo más. Solo un pequeño espacio de cuatro paredes que le costaba lo que no tenía y era una guerra poder llevar siquiera un plato de comida a casa. Si seguía a este paso, sus pequeños hermanitos se volverían bulímicos – anoréxicos – de no comer – no porque no quisieran, sino PORQUE NO tenían – sus tripas comenzarían a cerrarse, y su cuerpo comenzaría reaccionar de forma indebida. Hoseok comenzaba a hacerlo, vomitaba y lloraba sin descanso y JiMin creía estar gordo. Aquel hermoso y tierno niño, de carita pequeñita y redondita, de manitas conchas, suaves y delicadas con un bonito color rosa en sus rellenitas mejillas, ahora parecía un saco de huesos, aún más delicado que una ramita, con sus pronunciados pómulos y sus rellenitos y rojitos labios, estaban secos, partidos y dañados.

Taehyung se odiaba por eso. Cuando era un niño, las cosas eran diferentes, sus padres tenían buenos trabajos – no éramos ricos o algo parecido – pero teníamos lo necesario una bonita casa, de una planta con un gran jardín de muchas flores coloridas, me mimaban y me consentían en lo que podían. Siempre con mama esperábamos a las diez para cenar con papa, después subía y me bañaba, lavaba los dientes y esperaba que mi padre me leyera un cuento y que mi madre soltara su típico chiste – ya que según ella, reír antes de dormir, ahuyentaba pesadillas y me daba una noche tranquila, y al otro día amanecía feliz – así fue hasta mis doce años, en ese entonces ya estaba JiMin con dos años menor. Cuando mi madre dijo estar embarazada. Mi padre estaba fuera de la ciudad, por lo que él no podía ser el padre. Empezaron los problemas y los ladrillos de mi hogar – y mi corazón – comenzaron a caer. Todo se derrumbó cuando cumplí trece.

El sonido de una bocina me saca de mis pensamientos, la ventanilla del auto a un costado de mi cuerpo, en el carril de la derecha, un brazo me extiende un rollo de billetes. Puedo jurar que mis ojos deben brillar, con un suave troto llego hasta el lindo auto de vidrios polarizados. Mi sonrisa se va, al ver el sujeto que puede asegurarme la comida de mañana para mis hermanitos. Por su sonrisa, puedo asegurar que no está sorprendido de verme.

-Caballero.

Musite, me tiemblan las piernas, siento la bilis subir por mi garganta. El chico que acompaña al hombre, dueño de mis peores días y de mis más enfermos deseos de muerte, tiene una mueca de asco en su aniñado rostro. Bajo un poco mi vista, para ver la pequeña y bonita mano del chico en el descubierto pene de mi profesor de química. Arrugo mi nariz con una mueca de asco.

-Esto por su silencio, Kim.

Me extiende el fajo de dinero. Alzo el rostro y lo veo sonreír y guiñarme un ojo, antes de bajar la cabeza del chico a su polla. El semáforo aún sigue en verde, por lo que debo quedarme en la esquina, escuchando los obscenos sonidos que provienen del auto de mi enemigo. Un poco incómodo decido moverme a la otra esquina.

Vaya mierda.

Deseos Oscuros. /KookV./Donde viven las historias. Descúbrelo ahora