Mi habitación, mi verüenza -capítulo 3-

378 24 1
                                    

Una leve sonrisa se marca en mi rostro, le murmuro un leve “gracias” y entro a acomodar todo lo más veloz que puedo.  Cuando termino dejo que entre, tenía la respiración acelerada y se notaba mucho que me la pasaba fumando, por lo agitada que estaba.

—     Tranquilízate, ve a tomar agua —ríe—

—     ¿tú quieres algo para beber? —voy dirigiéndome a la cocina—

—     Un vaso de agua si puede ser, gracias.

Es demasiado amable, simpático, ¿él también será así como yo o tendrá algún problema? Si se lo pregunto, ¿quedare como muy metida? ¿Acaso mal educada o algo?

—     Perdona por el atrevimiento pero ¿Por qué tu familia nunca vino a verte?

—     Mira pues, mis padres fallecieron en un accidente de tránsito cuando yo solo tenía 15 años, en ese momento yo era más rellena, me encantaba comer y cuando paso entre en depresión y encontré lo cigarros, después de eso no me los despego, y desde ahí empecé a reemplazar la comida por cigarros y así estoy ahora.Fui adopatada por una familia y cuando apenas cumplí 18 desidí irme, separarme de ellos que no eran mi familia y venir a vivir sola.

—     Waw, pensé que tenías algún tipo de trastorno, perdona por la sinceridad pero es que lo pensé.

—     No hay problema, no tengo trastornos alimenticios, como lo suficiente pero una vez a la semana o cada vez que me da apetito, me veo demasiado delgada, tengo 20 años y peso 55 kilogramos es muy poco, tendría que estar en unos 67 o 70 kilogramos pero no logro aumentar.

—     Yo podría ayudarte a dejar de fumar y aumentar un poco más, si es que así quieres.

—     No lo sé aún. Y perdón  por el atrevimiento pero ¿y tú? ¿remplazas la comida por cigarros o...? 

—     Amo el cigarro, estuve en tratamientos pero nada, nadie puede ayudarme a dejarlo, ya está en mi vida cotidiana, es mi comida de todo los días, estoy flaco porque tomo y no como casi nada.

—     Yo si … si voy a buscar el libro

¿Por qué no lo dije? Él se ofreció ¿y yo? Siempre cobarde, agh.

—     ¿quieres acompañarme a buscar el libro y ver los otros libros o te quedas sentado aquí?

—     Si me permites.

—     Claro que sí, vamos sígueme.

Entramos a mi habitación, había bragas, sostenes, colillas, la cama desarmada, ¡qué vergüenza!

—     Disculpa el desorden, es que… logras entenderme seguramente.

—     Claro —ríe y una de mis bragas se le enreda en el zapato, ¡esto no puede estar pasando! —

—     ¡esto es demasiado vergonzoso por favor!

—     Él ríe— Es gracioso, verdaderamente gracioso

Se desprende mi braga de su zapato y el sigue con esa sonrisa, me está enamorando.  NO. Sí. NO.

Al fin y al cabo ambos somos iguales. {Justin Bieber}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora