Mañana era el gran día. Diciembre había despedido el duro año en el que tantísimos sucesos me habían llevado a un cambio tan radical y dramático en mi vida. Quién iba a pensar que aquel año acabaría así...
El uno de enero de aquel mismo año dormía en la cama de mis padres junto a ellos. Observaba por la ventana en busca de algún resquicio de luminosidad en el cielo. —Papá —solté interrumpiendo aquel reconfortante silencio de la habitación— ¿y si jamás amaneciese? —Amanecerá —me respondió él en un susurró. —Pero... ¿qué podría pasar si no volviese a amanecer? ¿Si la oscuridad perpetuase el día y la noche? O peor, ¿y si jamás vuelve a ser un día nuevo? Viviríamos eternamente el mismo día. El sol jamás barrería la tristeza de la noche. —¿Por qué crees eso, cariño? —ahora su voz era más audible. —Temo no volver a ver jamás la luz. Seguir bajo este manto de oscuridad eternamente. Mi padre se giró para poder mirarme a la cara.
—Cariño, no está oscuro. La luna ilumina la noche y las estrellas siempre la acompañan. Lina, siempre hay una esperanza.
"Siempre hay una esperanza", rememoré poniendo fin a ese recuerdo tan dulce y a la vez triste. —Creo que dentro de muy poco comenzará a llover — Lilibeth se encontraba detrás de mí, bajo el porche del jardín. Sin darme cuenta había permanecido en el jardín, recordando mi vieja vida, recordando viejos momentos. Era la única forma de no sentirme tan perdida, recordando lo que en un día me hizo feliz y en cambio ahora, me hacía sentir tan perdida y confusa como aquel que se encuentra bajo tierra, a oscuras. —La cena estará servida en unos minutos y tu tío quiere hablar contigo. —Enseguida voy —contesté con perceptible desdén en mi voz. Últimamente el hastío que me provocaba mi tío era más que notable en mi forma de actuar con lo referente a él. Me levanté con desgana del césped y entré dentro. Y efectivamente, Simon se encontraba sentado en la mesa del comedor, en su silla de siempre con una actitud seria, tanto que me asusté ya que cuando la gente pone esa postura no es para decir que nos ha tocado la lotería o iremos a Disneyland. Me senté en la mesa, también en mi silla de siempre, justo en frente de él, en el otro extremo de la mesa. —Lina, debemos hablar sobre algo muy importante que debes saber antes de que mañana entres al instituto. Lo que te quería decir es que debes tener mucho cuidado. No debes dejar que nadie sepa de lo que eres capaz. Ni si quiera algún rebelde. —Nosotros somos rebeldes.
—Eso no es del todo cierto —repuso paseando la yema de sus dedos por la mesa. —¿Acaso no permanecemos escondidos de aquellos de los que tú tanto hablas con esa notable repugnancia? ¿Acaso no discrepas con la ideología política que tienen esos seres despiadados? ¿Acaso no escapaste junto con mi madre con miedo a terminar siendo uno más de ellos? Y en el supuesto y extraño caso en el que no fuésemos rebeldes, ¿quiénes somos? —El E.F.E. no son los malos. Lina, creo que tienes un concepto equivoco sobre estas personas. —¿Personas? ¿Crees acaso que unas "personas" como tú les llamas que supuestamente no son los malos matarían a mis padres, a tu hermana, a sangre fría? ¿Y con qué razón? ¡Por la sangre, por la maldita sangre! —al decir esta última frase di un golpe con las palmas de la mano a la mesa, a punto estuve de levantarme de la silla. —Creo que no me he explicado bien —intentó decirme mirándose las manos. —Pues explícate mejor —le ordené con voz autoritaria sin poder apartar la vista de su rostro. —No quiero discutir —me dijo con la voz tranquila. —No... tú nunca quieres discutir —susurré mientras me levantaba de la mesa para marcharme. Su presencia me aborrecía. —Lina —pronunció mi nombre con voz imponente—. Siéntate. No he terminado de hablar. Le hice caso y me senté poniendo los ojos en blanco y resoplando. —Te estás comportando como una niñata caprichosa a quien le han quitado su juguetito y ahora está armando una pataleta para llamar la atención —me reprendió. —¿Y se supone que mi juguetito son mis padres? —le enaltecí la voz en forma de protesta.
ESTÁS LEYENDO
FIN
Science Fiction¿Alguna vez habéis sentido como vuestro pecho se llenaba de fuego? Yo sí, y lo llegué a sentir con tanta intensidad que el fuego se propagó. Todo estalló, se convirtió en cenizas. Y cuando creí que el fin era inminente volví a sentir el fuego ardien...