Moverme, respirar y hablar se me hace pesado. El mundo es pesado por cada esquina, puerta o pasillo que tenga que transitar. Me muevo sin saber cómo es que lo consigo, porque el peso de las cosas que adentro han dicho, de los rostros que he visto y de las pruebas que me achacan es suficientemente grande como para hacerme sentir inútil. El moverme, respirar y hablar se siente como algo sin sentido.
Todo me da vueltas, como cuando uno tiene mucho sueño pero a pesar de sentir el cuerpo cansado la mente por su parte no consigue adormilarse también, es como estar ebrio sin siquiera haber olido el licor. Mi propio cuerpo parece negarse a procesar todo lo que acaba de pasar en esa audiencia.
Esta mañana desperté en mi cama con mis miedos apunto de dominarme. Con ganas de llorar y echar a correr me di una ducha casi adivinando lo que estaban por decirme en el juzgado. Tomé una taza de café pensando en mis respuestas y subí al auto de mi abogada analizando su temperamento, tratando de leer pistas en su expresión que me dijeran exactamente como serían las cosas; pero el momento llegó, con sus amenazas en el aire, el llanto en aquellos que conocían a Jaz y el juez en su puesto central viéndome como la peor escoria del mundo.
—No vas a vomitar, ¿verdad? —levanto la mirada un tanto más aterrado de lo que ya estaba cuando reconozco a quien pertenece esa voz. La luz de la puerta entreabierta al final del pasillo le hace parecer un poco más bajo de lo que en realidad es, se ve cansado y encorvado, como si también cargara el peso del mundo en sus hombros.
—No voy a vomitar —respondo al notar lo asombrado que estoy de poder hablar con él sin que nadie lo impida.
—Lamento lo de Jazmín —dice Víctor en tono bajo. Carraspeo para poder bajarme la impresión de tener a mi mejor amigo delante de mí, en otra situación me habría puesto en pie en seguida para darle un abrazo y tratar de animarlo. Pero eso no va a suceder, ni de mi parte ni de la suya.
—Tu abogada parece dura —agrega en un intento más por hacer una conversación.
—El tuyo igual —le digo sin ganas de nada y veo al abogado de traje azul oscuro que nos da una mirada vigilante al final del pasillo.
Víctor me conoce desde siempre por eso guarda silencio luego de reconocer mi ya cara de "maldita sea no digas nada". Hemos sido cercanos desde la escuela cuando teníamos 9 años y pretendíamos ser pilotos de fórmula 1° o atletas olímpicos. Era el único que me apoyaba cuando soñábamos que salvaríamos a una especie en peligro en extinción o que seríamos grandes inventores, pero siempre todo en algún punto se resumía en que acabaríamos siendo millonarios con muchas conquistas.
Todo el tiempo fuimos muy capaces de entendernos sin palabras, de saber cuándo el momento no requería preguntas o explicaciones. Supongo que la vida es más que un sueño, que la escuela se nos fue muy pronto, la secundaria nos hizo madurar a punta de errores y eso nos llevó a la misma universidad. Yo con mi normal carrera de psicología y Víctor con su soñada carrera de ingeniería industrial que para nada desentona con su aspecto físico; su cabello –un poco largo– siempre medio despeinado, su sonrisa relajada que encaja con sus tontos ojos cafés que tanto les gusta a las chicas, sus largas pestañas siempre presentes en su mirada divertida que se perfila por su nariz un poco cuadrada y sus labios gruesos. Siempre demasiado alto, demasiado extraño y muy normal al mismo tiempo. Toda la vida ha parecido común a primera vista, pero luego de un tiempo te deja en claro que puede ser la persona que más te sorprenda en toda tu vida.
—Fue una pésima idea, la fiesta, quiero decir —murmura luego de sentarse en la banca junto a mí. Debemos lucir como dos extraños sumamente diferentes uno junto al otro, yo con mis codos apoyados en mis rodillas y él con la espalda apoyada a la pared mientras estira las piernas.
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Las Pesadillas también son sueños
Mystery / ThrillerMatías Barkley es un joven rutinario y tranquilo, que nunca se mete en problemas. Pero a la mañana siguiente de su cumpleaños, despierta tendido en la entrada de un enorme parque acuático que llevaba años abandonado. Adolorido y desorientado, Matías...