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«La poca luz que llenaba la sala desaparece cuando ella apaga la lámpara. La observo desde mi posición en el sofá grande, donde me acomodé hace un rato y Jaz me ignora, sigue sentada en una silla junto a la ventana, abrazando sus piernas con un brazo y tiene la mirada perdida afuera.

A penas es que puedo ver sus facciones con la ligera luminosidad de la calle que se cuela por la ventana de cortinas delgadas. En el cielo no hay luna ni estrellas, adentro sólo estamos nosotros pero es como si no hubiera nadie en la casa.

A ella se le escapa un corto suspiro y luego deja ir la cortina de entre sus dedos para mirarme de regreso, como si acabara de perder una guerra en la que enfrentarme es la mayor derrota.

—No tenemos qué hacer nada —le digo.

—No estamos haciendo nada de todas formas —responde con un dejo de humor en su voz—. Pero esto fue mi idea, no, sigue siendo mi idea y vamos a hacerlo...

—Pero no debemos...

— ¿Acaso no quieres? ¿No quieres tener sexo conmigo o qué? —me pregunta luego de que ambos nos interrumpiéramos a media frase, esta vez me atraganto con la respuesta y bajo la cabeza con algo de vergüenza, lo que a ella le provoca risa.

Entonces baja sus largas piernas de la silla y se estira haciéndome reconsiderarlo todo una y otra vez, pero cuando se pone en pie y camina hacia mi consigue dejar mi mente en blanco. Es hermosa.

— ¿Qué te preocupa tanto Matías?

—No tengo idea —admito poniendo mi brazo sobre sus hombros cuando se acomoda junto a mí en el sofá. La escucho reír pero no sé si está burlándose de mi miedo o si ella misma trata de afrontar sus propios nervios. Sea lo que sea decido tomar la iniciativa y la acerco para poder besarla. Iniciamos despacio, apenas probando nuestros labios, pero como siempre las cosas cambian de ritmo rápidamente y nos acelera el corazón sin que nos demos cuenta.

Ella se sube a horcadas sobre mí sin interrumpir el beso y sonrío al sentir el lento roce de su lengua en mí labio inferior. Mis manos bajan de sus hombros a sus caderas acariciando su espalda, tentando con escalofriar su piel. Después cuando el deseo crece más, la pongo de espaldas sobre el sofá mientras ella me jala y entonces estoy encima de ella procurando no poner todo mi peso sobre su sexy cuerpo, pero eso no parece importarle por lo rápido que me atontan sus besos profundos, llenos de deseo. No me detengo cuando su blusa se levanta sobre su vientre y disfruto de tocar su suave piel con mis dedos. Mientras beso su cuello como sé que le gusta Jaz susurra algo que no entiendo pero antes de que pueda decir algo ella busca mi boca y aprisiona mi rostro en sus manos, la escucho reír entre besos mientras de paso me quita la camiseta y yo desato el cierre de sus shorts cortos.

— ¿Vamos a la habitación o...?

—No seas tonto Matías, no quiero esperar más —responde ella contra mi oído haciéndome escalofriar. Entonces le quito la blusa de un tirón despeinando su cabello, ella hace una mueca por eso y yo beso la punta de su nariz como consuelo. Por un instante puedo ver sus ojos, parece estar en completa calma y en lugar de que eso me parezca algo bueno me preocupa un poco, pero ese sentimiento no llega lejos cuando ella me jala de regreso. Sus dulces labios encuentran los míos y lo demás que no tenga que ver con su cuerpo contra el mío, o su ansiosa boca devorando mi autocontrol pierde el sentido para mí...»

...

La puerta se abre al tercer golpe. El sonido es tan fuerte que creo que se ha roto pero no me muevo para comprobarlo, siento que nada importa y por eso no quiero abrir los ojos cuando Diego me sacude. Intenta despertarme pero no respondo nada coherente, lo único que sale de mi garganta con gruñidos quejumbrosos que le hacen saber que sigo con vida.

Las Pesadillas también son sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora