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Paso toda la mañana en el despacho de mi abogada y eso se siente como una prisión. Ella y su equipo me preparan para la audiencia en el juzgado, arman todo como un complejo mapa que debo aprenderme de memoria para no ser condenado por algo que sé que no hice, es abrumador. Todo dentro de las paredes de esa oficina elegante se enfoca en repasar las pruebas, escuchar los testimonios de los asistentes a la fiesta, establecer mi declaración de una forma tan precisa que me duele la cabeza y la peor parte es torturarme con las imágenes que me ubican esa mañana en el parque acuático. Sobre todo los abogados analizan aquellas fotografías que muestran a mi ex novia muerta en una sucia piscina, he pedido dejar de verlas pero no parecen escucharme. Y el arma homicida se ha quedado fija en mi memoria, me recuerda celebrar un cumpleaños puede ser la peor maldita cosa que pueda pasar.

Durante el rápido almuerzo empiezo a rendirme en la tarea de buscar explicaciones a preguntas que no sé cómo formularme. En el sofá junto a los altos ventanales me cubro el rostro con las manos y trato de no quedarme dormido.

—Aquí tienes Matías —dice Lisa sacándome de mi pequeño adormecimiento, pone una botella de té helado delante de mí y evita mirarme a los ojos. Su cansancio se ha ido transformando en enojo, creo que he logrado que mi propia abogada empiece a odiarme.

—Voy a decirte lo que recuerdo con completa seguridad —le anuncio y ella asiente—. Jazmín y yo terminamos hace casi un año, no hablábamos desde hace cinco meses y por alguna razón Víctor fue a recogerla al aeropuerto ese día.

—La cosa es que tu amigo afirma que ese es un gesto normal, porque obviamente también era su amiga.

Claro que lo era, ellos eran amigos y compañeros de carrera. A ambos les gustaban las mismas películas de terror antiguas y estaban en el mismo club de lectura clásica de la universidad. Pero algo me dice que ese dato no es normal, no habría soñado con lo mismo tantas veces en una misma noche si no fuese así. Me tomo la bebida pensando en eso, dejando que Lisa se enfoque en sus documentos hasta que recuerdo algo más.

«Esperar me era una cuestión sumamente molesta, supongo que para todos lo es. No es muy cordial tener que perder el tiempo en la espera de una persona. Él lo sabía de sobra, por eso su rostro de burla no me parecía gracioso. Le hice una mueca en respuesta mientras lo veía acercarse, su cabello despeinado acorde a su look despreocupado estaba atrayendo miradas a su paso, era una cualidad suya que de verdad envidiaba.

—También llegas tarde a todas partes, no te quejes —me recriminó Víctor antes de que pudiera decirle algo al respecto.

Me encogí de hombros y fui directo al grano, ignorando la sonrisa pilla en su rostro. — ¿Por qué ella está aquí? ¿Es que acaso ustedes no pueden evitarse meterse en la vida de la gente?

—Pregúntaselo tu mismo cuando la veas, ya deja el drama –respondió él guiñándome un ojo.

—Es que de verdad no lo entiendo, si se fue es porque yo ya no le importaba lo suficiente.

—Deja de creer que eres el centro del mundo Matías, esta también es su ciudad natal, sus amigos y familia viven acá y tú no eres su razón de vida. Entiende eso amigo.

Le di una mirada a mi mejor amigo, su honestidad siempre era otorgada de esta manera, sin pedirle nada él siempre me explicaba el funcionamiento de todo, incluyendo a mis pensamientos.

Empezamos a caminar por la calle abarrotada de gente y Víctor empezó a hablar sobre el lugar que había buscado para la fiesta; —estoy seguro que va a gustarte. Es bastante raro pero creo que he hecho un buen trabajo.

Las Pesadillas también son sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora