Salir de aquél lugar resultó ser una tarea compleja al principio, pero luego de varios minutos divagando hacia dónde ir, al fin pude encontrar el rumbo a casa, sospecho que el camino estaba trazado en mi memoria de forma automática. Supongo que lo está, creo que no toda mi memoria se ha perdido.
Medio muerto de frío recorro un vecindario común, de casas simples con gente corriente y está claro que soy uno ellos. Me gustaría detenerme delante de alguien, quién sea y preguntar; "¿Sabes por qué razón desperté en un centro acuático sin recuerdos recientes? ¿Tienes idea de porqué mis estúpidos amigos me dejaron ahí?"... pero no lo hago. Sigo de largo evitando cualquier mirada hasta que llego a mi calle, veo la fachada descolorida de mi departamento y camino hacia la entrada con las llaves en mano. Al menos no me robaron en mi propia fiesta de cumpleaños, al menos todo esto no va de mal en peor como supuse que lo haría.
Al entrar me golpea un olor a humedad y la oscuridad se me hace normal. Luego tantear la pared en busca del interruptor en la pared la luz se enciende y reconozco la sala, los muebles de color café con cojines simples y los dos cuadros de montañas en las paredes que claramente no me pertenecen y la alfombra mal oliente con colillas de cigarro. No sé la última vez que salí de casa o porqué hay ropa tirada por el suelo, pero en definitiva aquí es donde vivo. Las fotos en la repisa sobre el televisor me aclaran todo eso antes de que me apoye la mano en la pared tratando de aclarar mi mente y sobre todo, el miedo que aún no libera mi pecho.
—Al fin llegas maldito bastardo, te pasas la noche afuera cómo un vagabundo —dice alguien detrás de mí. Me sobre salto al inicio, pero no retrocedo del hombre desnudo que camina delante de mí recogiendo prendas del suelo.
— ¿Sabes por qué desperté solo en el centro acuático?
—Ni idea hermano, la última vez que te vi anoche estabas con Jaz, esa chica sí que es asombrosa —responde el hombre alto de contextura delgada— con razón te estuviste quejando un rato antes de que ella llegara —agrega aparentemente más enterado de las cosas que yo. Sus ojos me inspeccionan y una sonrisa maliciosa se forma en su rostro cuando no recibe una respuesta pronta de mi parte.
En mi cabeza sólo puedo pensar en lo que ha dicho de Jaz, ¿Mí Jazmín? ¿Ella estuvo en la fiesta? Me gustaría recordarlo, maldito sea el licor. Analizo lo que ha dicho el hombre que ahora empieza a ser más familiar en mi cabeza y me apoyo en el brazo del sofá, mi mirada se enfoca en una mancha en la alfombra y un suspiro se escapa de mi pecho de una forma dolorosa. Me siento a la deriva, como si estuviese cayendo de gran altura, sin paracaídas y sin recuerdos de cuando fue que subí tan alto.
—Esa es la cosa, no recuerdo nada eso —le digo al hombre que me ignora mientras se mueve por la sala—. De hecho no recuerdo nada de lo que pasó anoche.
El hombre se detiene en seco en su tarea de tomar ropa del suelo y ponérsela, me mira fijamente usando apenas unos bóxers y una camiseta y luego se ríe a carcajadas. Se ríe tan fuerte que por un momento deseo golpearlo. Pero de nuevo no lo hago, algo me dice que esto forma parte de mi personalidad. Deseo hacer cosas pero no encuentro el coraje para en realidad hacerlas.
— ¿Cómo te llamas? —se me ocurre preguntarle y entonces su mirada me inspecciona de una forma seria. Creo que se molesta por los gestos que me hace.
—Vete a la mierda Matías —dice y aprieta un pantalón en sus manos.
—Lo digo en serio —replico molesto—. Sé que te conozco, que vives aquí y que yo también. Pero tu maldito nombre no lo recuerdo.
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Las Pesadillas también son sueños
Mystère / ThrillerMatías Barkley es un joven rutinario y tranquilo, que nunca se mete en problemas. Pero a la mañana siguiente de su cumpleaños, despierta tendido en la entrada de un enorme parque acuático que llevaba años abandonado. Adolorido y desorientado, Matías...