22.

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Después de hablar con los abogados por unos segundos el juez al fin toma una decisión y manda a arrestar a Víctor, que no se ha movido de su posición en una de las mesas para la parte "acusada", pero no creo que sea por impresión o miedo, sino porque ya no le quedan fuerzas para fingir su teatro inocente.

El llanto se expande en la sala como gotas de lluvia, todo cambia de rumbo en el instante en el que el juez toma mi declaración como una evidencia más. Las cosas parecen transformarse y las miradas de odio ya no son todas dirigidas para mí. Pero el que no me detesten no interesa realmente, no cuando sus familiares lloran, sus amigos lloran, Norah llora, yo también lo hago, pero a diferencia de ellos mis lágrimas son por enojo. El más puro de los sentimientos que ha dominado mi pecho y mi cabeza, recorre todo mi cuerpo y llena mi visión de un manto oscuro, porque si pudiera lo mataría con mis propias manos en este mismo instante.

Pero detengo esas ideas cuando los oficiales se encaminan hacia a Víctor, uno de ellos lo toma del brazo para que se levante y no le da opción de negarse. La mirada que le lanzo aún desde el estrado es de completo desprecio, porque he pasado semanas creyendo que mi buen amigo aún estaba ahí, pero el Víctor porque el que yo hubiese dado mi vida ha desaparecido por completo y al fin puedo verlo en sus ojos.

— ¡No quería hacerlo! Esperen... todo fue un error, yo no quería lastimarla, la amaba, era mi mundo, ¡No quería asesinarla! — grita mientras le colocan las manos en la espalda y lo esposan—. Yo la amaba, ella me amaba, nosotros no...

Niego enfáticamente y aparto la mirada sintiéndome asqueado por sus palabras, ¿Cómo es que puede sugerir siquiera que Jaz podía amarlo? ¿Cómo entonces pudo hacerle daño? Y aún peor, ¿Cómo es que yo siendo estudiante de psicología y su mejor amigo no me di cuenta de las cosas desde antes? ¿Es que siempre he estado medio ciego?

—No digas nada imbécil, sólo cállate... —digo en voz baja permitiéndome verlo, por un segundo puedo ver en su rostro una disculpa, por ese segundo quiero aceptar su disculpa pero al siguiente segundo todo se transforma. Un manto de ira despierta de nuevo en mi interior y algo en él parece perderse cuando se revuelve peleando y gritando sin control. Parece un ser poseído, se choca contra las mesas y patea por todas partes como si estuviese siendo atacado por cientos de enemigos invisibles; — ¿Yo soy el imbécil? ¡Tú tenías que meterte en el medio Matías! ¡Siempre tú y tu estúpida presencia! ¡Maldito inútil tú me la quitaste! ¡Debí matarte también maldito idiota!

Los policías lo someten en el suelo, uno de ellos pone su rodilla sobre su cabeza presionando su rostro contra las blancas baldosas de la sala y todos se desesperan. Deben llegar más guardas para retener a Dylan Garton y a su padre que intentan abrirse camino para moler a palos a Víctor que aún grita en contra el suelo. Pero dudo que ellos estén viendo la demencia en sus ojos, no creo que nadie note cómo le han roto el labio al chocarlo contra el suelo y no me importa en lo más mínimo el notar la sangre en su boca o la tristeza en sus ojos.

Esos ojos antes pillos y llenos de sarcasmo ahora se desvían de formas extrañas mientras grita cosas sin sentido, el juez le ordena que se calme pero Víctor no parece escucharlo.

—No te atrevas a culparme de esto —le respondo sin poder moverme, sin comprender porque su demencia se estampa contra mí como si de verdad todo fuera mi culpa. Pero no lo es, no es verdad. No es mi problema que sus problemas mentales hayan resultado tan peligrosos y siendo honesto no me interesa tampoco.

Quiero golpearlo, lastimarlo por lo que ha hecho pero los policías consiguen calmarlo un poco con algunos golpes más y lo ponen en pie otra vez, pero quito mi mirada completamente cansado de todo, como si mi cuerpo se drenara todo de cualquier energía. Dejo de ver al hombre que según yo creía era el mejor tipo del mundo, el amigo más leal y genial que jamás pude tener. Mis emociones se vuelven todo lo que puedo sostener y trato de lidiar con el enojo, la decepción y la impresión de perder a dos amigos por temas infantiles que pudieron haberse hablado y tratado con menos locura.

Las Pesadillas también son sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora