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«Día de la fiesta...

Algo asustado me detuve en la entrada y le di una lenta mirada al lugar, esto en realidad era más de lo que esperaba. Estaba a las afuera de la ciudad en el viejo parque acuático, era un sitio que siempre había querido visitar pero que nunca pude ver en sus días de gloria y en la oscuridad de la noche parecía sólo un conjunto de ruinas y nada más.

Una risa se me escapó cuando Norah salió a recibirme y su mirada llena de felicidad me hizo sentir más calmado. Ella estaba hermosa como siempre y sus bromas no tardaron en llegar después de saludarme. Mi amiga me había dejado sin forma de llegar a mi propia fiesta, porque había robado a mi compañero de casa como su chofer personal y su compinche de organización del evento, así que tuve que pagar un taxi y llegar solo.

—Eres un tacaño y un quejumbroso —me dijo ella entre risas cuando le reclamé su falta de organización para traerme a mi propia fiesta—. Compra un auto de una buena vez y deja de hacer drama.

No dije nada en respuesta porque esa era discusión que siempre perdía, en su lugar seguí a mi mejor amiga por la enorme entrada. Luces parpadeantes colgaban de las viejas vigas y servían para guiarse al sector decorado para la fiesta. El viento movía con suavidad un enorme letrero de tela que seguramente Norah había pintado ella misma, dicho letrero colgaba de un alto portón y de la misma línea habían globos de papel guindando, lo que hacía del lugar algo más llamativo. Una canción de música electrónica sonaba fuertemente desde los parlantes al fondo del lugar, todo gracias a las consolas controladas por "Dj Rick", uno de los muchos amigos raros de Norah.

— ¿Te gusta? Es difícil hacer que un espacio abierto como este se vea así de acogedor.

Moví la cabeza de arriba abajo aceptando esa observación, pero Norah había hecho mucho más que eso. Estábamos en el lugar que usaban las familias para almorzar cuando el parque funcionaba, esta era una especie de plaza que antes habría estado llena de mesas y sillas desplegables, casi podía imaginar a los niños corriendo con sus helados chorreando entre sus dedos. Pero esta noche, bajo un cielo un poco nublado el amplio sector se dividía en dos. De un lado las mesas de comida y bebidas mostraban parejas y grupos de chicas charlando, justo en el medio se destacaba un gran pastel de tres pisos de un color verde chillón. Y del otro lado los invitados se apuñaban sobre los dos sofás grandes que estaban puestos uno delante del otro en una zona más alta y alejada de la pequeña pista de baile, que era todo el espacio en el medio. Sonriendo asumí que aquello no era mi idea de festividad, pero todo era perfecto a su manera.

—Esto es asombroso, gracias Norah.

Mi amiga me dio un corto abrazo y entonces me empujó hacia el grupo de personas que habían llegado hasta ese lugar para celebrar mi cumpleaños. Apenas me vieron entrar todos aplaudieron y gritaron al unísono tratando de dejarme sordo y avergonzándome al mismo tiempo.

— ¡Por el cumpleañero cada vez más viejo! ¡Sí! —gritó Norah dándome una cerveza y me obligó a pasar entre sus muchos amigos. De entre la gente que me felicitaba aún sin saber mi nombre completo o cuántos años cumplía; mi amigo Diego me sacó a empujones para sostenerme por los hombros y apuntarme a alguien entre el grupo increíblemente cómodo en aquellos sofás. Al fondo vi su cabello y escuché su risa, pero no conseguí moverme y entonces un flash me dejó ciego por unos segundos.

— ¡Feliz cumpleaños bastardo! —gritó Víctor al mismo tiempo que me tomaba fotografías, le di las gracias entre risas y me alejé de la lente de su cámara cuando averigüé que Diego trataba de mostrarme dónde estaba Jazmín. Caminé hacia ella escuchando de los invitados frases de "felicidades hermano", "excelente fiesta", "te deseo lo mejor Matías" y yo respondía con un sencillo pero amable; "gracias por venir".

Las Pesadillas también son sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora