23.

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Reponerse de la verdad puede ser una tarea complicada, que no se puede lograr en soledad bajo las cobijas en la vieja cama en casa de tus padres. Eso me quedó claro después de días de auto consuelo y mucha miseria, cuando mi hermana convenció a mis padres de enviarme de nuevo con la psiquiatra y sin importar que sea un hombre adulto, terminé haciendo lo que ellos ordenaron. A diferencia de los días anteriores la persona que me espera hoy es Magda. La mediadora sonríe de una forma amable al verme salir del consultorio de la doctora Mara Sturman. Una sonrisa se forma en mis labios sin que pueda evitarlo y acepto la taza de café que ella me entrega apenas me detengo a su lado. Lo primero que noto en ella es el vestido verde hasta la rodilla y un suéter negro encima, en su particular estilo serio pero moderno, y sobre todo me detengo a admirar su cabello cada vez más corto, pero me gusta.

— ¿Y entonces? ¿Algún nuevo recuerdo?

Niego mientras le doy una probada al café que ya está un poco frio; —hoy sólo discutimos los resultados de una memoria selectiva combinada con un mucho, mucho licor.

—Una muy mala combinación

—La peor —afirmo y ella asiente con la cabeza un par de veces.

Ha pasado apenas una semana desde que mis recuerdos regresaron abruptamente en medio de una sala de la corte llena de gente, pero aún siguen apareciendo pequeños trozos de conversaciones, bailes y risas de personas que no tenía idea de haber visto esa noche. Cada recuerdo me sirve para hundirme en mi propio auto desprecio, el mismo del que trato de salir al tratar de convencerme que no es mi culpa que ella hubiese muerto esa noche. No es mi culpa que su asesino diera tantas señales previas, no es mi culpa el ser un miedoso que había olvidado todo.

Abro la puerta para Magda cuando llegamos al vestíbulo y camino a su lado por la acera sin que nadie me abrume con preguntas sobre un asesinato, siento el sol calentando mi rostro y disfruto del bullicio de la cuidad. Por primera vez en semanas puedo sentir un poco de paz a mi alrededor, exceptuando claro la guerra interna que me he originado y no tengo idea de cuando vaya a terminar. Aún no me siento tan fuerte como para otorgarme perdón o paz mental.

—Los pequeños detalles valen más cuando te das cuenta del prestigio de la libertad —dice ella sin regresarme la mirada. Su frase me parece oportuna, demasiado perfecta para el momento pero me deja pensativo. Esos mismos detalles pudieron haber evitado todo esto, pero no pude verlos o más bien me reusaba a creer que algo malo estaba pasando antes de que Jaz me dejara, antes de que Víctor empezara a aislarse, antes de que Norah dejara de verlo tan enamorada, antes de que me convenciera que con él la chica de mis sueños estaría a salvo. Creí en todo aquello que no debía.

—Nosotros éramos un grupo divertido —le cuento para hacer conversación, para responder a las dudas que sé que ella no formulará en preguntas—. Fuimos unidos, locos y graciosos a nuestra manera por todos estos años. Pero una sola cosa, un solo error y todo aquello se acabó.

Pienso en seguir con mi desmotivación cuando entonces Magda se detiene de la nada y me mira como si lo que estuviera por decirme fuera secreto de estado, la gente pasa a nuestro lado llamando mi atención y ella me guía a un lado de la acera debajo de un árbol con hojas amarillentas y se concentra en sus zapatos golpeando el piso; —Se supone que no debo decir nada todavía, pero Víctor padece de desorden de personalidad, en un nivel bajo pero peligroso. Hace años que se lo habían diagnosticado y lo ocultaba tan bien como podía con sus medicamentos y terapias. Ahora los abogados que su familia contrató usarán esa enfermedad como principal defensa para librar a su cliente de un fallo grave en la corte. Lo lamento mucho Matías.

Comienzo a caminar de nuevo con esa nueva información en mente, tratando de considerar esa enfermedad como algo a lo que pueda tenerle un poco de piedad, a lo que pueda concederle un poco de perdón, pero no puedo.

Las Pesadillas también son sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora