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Noah Domenech

—Qué mal tiempo hace, me cago en la puta. —María tiritaba y entraba corriendo en casa mientras se frotaba los brazos. Tan rápido como entró se colocó justo frente a la chimenea, estirando las palmas de las manos para calentarse. —Y parecía ayer cuando estábamos en la playa.

—No me lo recuerdes. —Dije acercándome a la cocina para servir dos vasos de whisky. —Parece que el invierno va a entrar bien pronto por aquí.

—¿Sabes algo de Carlita? A mí casi no me coge el teléfono... ¿Está enfadada conmigo? —Negué dándole el vaso de whisky y me senté en el sofá, poniendo las piernas en la mesa.

—No... Está muy liada con... Ya sabes, el hospital. Lo último que sé de ella es un mensaje que me dejó diciéndome que teníamos que hablar.

—Uh, eso no suena muy bien. Suena a que...

—Ya sé a lo que suena. —Apreté la mandíbula y le di un trago al whisky, acabándome el vaso del tirón. —Tiene que pasar. No podemos seguir así, es la realidad.

—Ya, es lo mejor para las dos. Tú rehaces tu vida y ella la suya, no hay más. —Al ver que yo me quedaba en silencio mirando la televisión, decidió seguir hablando. —Pero bueno, siento que tenga que acabar así.

—Ya. Tampoco me ha ido mal todos estos años sola, tengo trabajo y... Mi barco. —María meneó la cabeza como si no estuviese convencida.

—Yo estoy en paro, pero puedes venir a pasar las navidades con mi familia a Alcúdia.

No sería mal plan. Pasar la Navidad con María era algo que no me desagradaba. Su familia era de izquierdas, eran andaluces que se habían mudado a Mallorca en busca de una vida mejor y su madre hacía una comida de miedo.

Pero a mí me faltaba ese sentimiento de "hogar". No tenía un hogar. No tenía un lugar donde ir para sentirme a gusto, a salvo. Un lugar que echar de menos, un lugar que me reconfortase, o más bien ese lugar era una persona, y esa persona se había ido.

¿Cómo le estaría yendo a Carla? ¿Cómo llevaría ser enfermera en aquél hospital? No me contaba nada porque no nos daba tiempo a hablar. Me daba miedo perderla, me daba miedo perder la conexión que tenía con ella. Me daba miedo sentir que no tenía un lugar de nuevo. Me daba miedo vagar por la vida, por mi existencia, viviendo sin vivir. Viviendo en pasado y no en presente continuo.

*

Carla Martí

El tiempo se pasaba lento en aquellas consultas y aún más si era para vacunar a niños. Gritaban, lloraban, pataleaban e incluso me pegaban, pero yo intentaba distraerlos como mejor podía.

Pasó a consulta un niño que llevaba una camiseta que se me hacía muy familiar. Era del Barcelona y aquella imagen me trajo recuerdos no tan lejanos. El niño se resistía a entrar en la consulta, pero yo me senté en la camilla de brazos cruzados.

—¿Por qué no entras? Yo no muerdo. —Dije con una sonrisa, cogiendo unos guantes de látex de la caja.

—Es tímido y le dan miedo los médicos. —Dijo su madre pasando a la consulta con él de la mano. —Vamos, Jeffrey, siéntate.

—Oh... ¿Te gusta el Barcelona, Jeffrey? —Pregunté mientras su madre lo sentaba en la camilla. Él miró a su madre y luego a mí, asintiendo. —Yo conocí a alguien a quien también le gustaba mucho ese equipo. —Le remangué poco a poco la manga y él se retiró con el ceño fruncido. —No, no te asustes, estoy viendo el parche de la manga. ¿Es de Champions? Yo es que no sé mucho de fútbol. ¿Tú sabes mucho de fútbol?

una postal desde barcelonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora