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Carla Martí

Me tumbé en mi toalla justo en medio de María y Miry, que tomaban el sol en silencio con las gafas puestas. Mientras, Quique, Jaume y Noah jugaban con un balón en la orilla de la playa, al otro extremo, para no golpearnos a nosotras. Cada vez que a alguno se le caía la pelota debía darse un chapuzón en el agua empujado por los demás.

—¡Oye! —La voz de Noah se dirigía a nosotras, habían parado el balón. —¿Queréis jugar?

—Seguro que no quieren, Noah, son muy malas. —Se burló Quique de nosotras. Yo me levanté de la toalla aún con las gafas puestas y caminé hasta ellos. —¡¡UHHH UNA QUE SE ANIMA!!

—Te vas a cagar, cabrón. —Dijo Miry corriendo hacia él, empujándolo por los hombros al llegar.

—¿Tú sabes jugar al fútbol, Carlita? —Me dijo Noah, hundiendo su dedo en mi costado para hacerme cosquillas. —Mira, esto es un balón. —Dijo con él entre las manos.

—Mira, esto es una gilipollas. —Respondí señalando su cara.

—¡¡OOOHHHHH!! —Gritaron todos con mi respuesta.

—Te mato. —Noah salió corriendo detrás de mí por la playa mientras se reían, pero mis fuerzas flaqueaban porque me dio la risa floja, así que me atrapó y me cogió en brazos. —¡Di que lo sientes!

—¡No! —Entonces me tiró al agua. Salí a la superficie y me quité el pelo de la cara, saliendo del agua. —Está fresquita.

Los chicos, en la otra punta de la playa, seguían jugando al balón con Miry y María, pero Noah se quedó en la orilla mirándome con el ceño fruncido. Me acerqué y la abracé por el cuello, dándole un beso en la mejilla.

—No te enfades. —Susurré dándole otro más pequeñito pero más cerca de la comisura del labio. Sus manos, que al principio cuando me abrazaba solían estar en la mitad de mi espalda, ahora estaban al borde de mi bikini. —Por fi. —Cuando fui a besar de nuevo su mejilla, Noah giró la cara y juntó sus labios con los míos. Suaves, blandos, húmedos, aunque sólo duró unos segundos y fuese un beso superficial, hizo que me pusiese nerviosa, así que me separé sonriendo.

—Y no me digas eso nunca más. Jamás de los jamases. —Volvió a darme con el dedo en el costado.

—¡Pero que me dejes en paz! —Le di un manotazo en la mano, y ella seguía riéndose, hasta que se puso seria.

—¿Quieres que llame a la camarera de ayer? Igual ella sí acepta mis mimos y mis bromas. —Solté su mano y me crucé de brazos, encogiéndome de brazos y haciéndome la digna.

—Ah, ¿que yo no acepto tus mimos y tus bromas? —Le lancé una de mis miradas casi asesinas, hasta que tuve a Noah de nuevo encima. —No, ahora no vengas, vete con la camarera que era muy guapa.

—Bueno, si no quieres que esté contigo... —Se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta la toalla. Yo cogí un puñado de arena mojada y se la eché en la espalda. Noah se paró y se fue girando lentamente, hasta que echó a correr para perseguirme de nuevo.

—¡No! ¡No! —Corrí hacia Jaume y me escondí detrás de él.

—¿Qué te pasa?

—¡APÁRTATE, HETERO! —Tenía las manos llenas de arena y se acercaba a mí como si me acechase. —Carlita, mi amor, sal, que no te voy a hacer nada.

—Das miedo. —Le dijo Miry cruzada de brazos.

—Esa es la intención. Mira, sólo es arena, déjate ver, bonita. —Dijo con voz suave, y yo salí de detrás de Jaume, cubriéndome la cara con las manos. Sentí cómo me lanzaba la arena, y caía justo en mi escote y mi abdomen. Me aparté las manos y la miré, haciéndole un corte de mangas. —¿Cómo? ¿Qué acabas de hacer?

una postal desde barcelonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora