Capítulo 9: El abrazo del infierno

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Kenny POV

Entre el fuego, la lava y la tierra rojiza; habían dos adolescentes teniendo una conversación casual, tal como si estuvieran sentados en una sala de estar.

Esos estúpidos éramos Damien y yo.

— ¿De verdad te mutilaste el pene? —el muy hijo de puta estaba partiéndose de risa— Kenny, eres increíble—pronunciaba mientras intentaba recuperar el aire entre las carcajadas.

— Te mataría en este momento si pudiera...—dije molesto.

—Un inmortal tratando de matar a otro inmortal—Damien parecía estar dejando de reírse poco a poco— Sabes que aunque quisieras intentarlo, terminarías muriendo más veces que yo.

— Si, si, porque tienes poderes que te salen de ojete, ya lo sé—rodé los ojos algo cansado.   

El príncipe de las tinieblas no había parado de joderme desde el instante que me vio, y la verdad es que me encabronaba bastante, pero tenía que reconocer que era mejor que esperar solo mi resurrección.

Cuando tenía cerca de 13 años, me encontré con Damien en el infierno por primera vez. Mi yo de ese entonces tenía vagos recuerdos de haberlo tenido como compañero de clases, y la verdad es que nunca me había creído eso de que era el anticristo; es cierto que me transformó en un ornitorrinco por burlarme de él, pero yo había muerto de tantas formas por aquella época que mis recuerdos sobre aquel suceso eran nebulosos. Al ver a Damien y reconocerlo vagamente, pensé que sólo era un tipo con esquizofrenia que había muerto desafortunadamente terminando en el inframundo. 

Pero no. Todo lo que él había dicho era verdad.

Pude comprobar con mis propios ojos como él y Satanás tenían una relación de padre e hijo bastante normal, y además, Damien sufría bastante con las visitas que le hacía de vez en cuando uno de sus múltiples padrastros Saddam Hussein, quien al parecer, le tenía mucho aprecio a su ex hijastro; sentimiento que no era mutuo.

Nunca terminé de entender si Satán era la madre, el padre o ambos parentescos del chico, pero eso era algo que no estaba interesado en averiguar.

La conversación que teníamos en ese momento había degradado en algo agradable y al fin no nos estábamos riendo de mi. Comenzamos a colocar en tela de juicio algunos acontecimientos ocurridos que solo yo recordaba por haber muerto en ellos; en resumen, mi memoria era una recolección de diferentes líneas temporales, en la cuales terminaría muerto sin importar que la razón fuera estúpida. Muchas veces intenté decirle a mis amigos sobre mi inmortalidad, pero ellos vivían en el camino temporal en donde yo siempre estaba vivo, por lo que era muy difícil creerme; sin mencionar que al cambiar las líneas de tiempo, ellos se olvidaban de absolutamente todo lo que les había explicado. 

El único que sabía de mi maldición desde mucho antes era Cartman, que para mi sorpresa, nunca olvidó mis palabras y comprendía perfectamente de qué se trataba mi inmortalidad. 

Con los años decidí rendirme, y acepté el hecho de que sólo Eric vería mi muerte esperando mi renacimiento.

— Se supone que Eric Cartman sabe de tu maldición y puede intuir cada vez que te ocurre ¿no?—me preguntó Damien de repente— solo alguien destinado a este infierno puede poseer la habilidad de escuchar y recordar la maldición de otro... ¿No tendrá también una maldición?

— Supongo que en algún momento de la vida, Eric y yo creamos un lazo—dije pensativo— ...y ahora que lo mencionas, él es alguien diferente a un nivel parecido al mío, aunque no sabría decir porqué.

— Yo sé por qué—vociferó Damien con una cuota de malicia.

— ¿Por qué?

El hijo de Satán se quedó en silencio por unos segundos mientras miraba a un costado.

[South Park] Mírame si tienes ganas [Bunny] (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora