Capítulo 04: Sonámbulo

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Creo sin duda que de todas mis vidas, de ésta es de la que más me arrepiento, ausente de todo y de todos. Incluso de mí.

Crecí en una familia numerosa, dos hermanos, una hermana, dos padres y yo.

Siendo todos adoptados y siendo hijos de padres homosexuales tuvimos que crecer entre burlas y discriminaciones.

Entre todos, yo era la menor, el pollito entre los pollitos.

Era cierto que después del abandono mi sueño siempre había sido pertenecer a una familia, pues mientras todos se retiraban con el tiempo del orfanato yo permanecía entre las mismas paredes, hasta que un día ellos comenzaron el proceso de mi adopción. Con el tiempo me di cuenta de que eran buenas personas y aunque en su comienzo me parecía un tanto extraña su relación, también me parecía de las más sinceras y llenas de tragicomedia.

Me contaron su pasado y yo mi presente, hablábamos y reíamos.

Hasta que un día fui a casa con ellos, con mi nueva familia, mi familia.

Era un sueño hecho realidad.

Aunque eventualmente se volvió en una de mis peores pesadillas (y he de aclarar que la culpa jamás fue de ellos sino de los que estaban en contra de lo que eran ellos.)

La escuela secundaria fue sin duda uno de los mayores factores que influyó en una de las tantas cosas que me hace arrepentirme de ésta vida. Era una batalla constante en el que no podía bajar la guardia porque de lo contrario sería atacada.

Me molestaba que hablasen de mis padres cuando ellos no tenían idea de todo lo que habían tenido que pasar para estar juntos y tener cada uno de los hijos que no solamente eran mis hermanos sino también mi única y verdadera familia.

Me molestaba que intentaran herirme por la ausente figura de mis progenitores al abandonarme, cuando aquello era algo que realmente me importaba poco.

Me molestaba que mis profesoras se compadecieran de mí por no tener una figura materna.

Me molestaba que señalaran a mi apreciada familia cuando caminábamos por las calles.

Me molestaba ser encerrada en los baños sin motivo aparente más que el de ser hija de unos padres "maricas", a lo que yo le contesté que al menos no tenía una madre puta (puesto que una de las madres de los que me habían encerrado era prostituta), pero el chico más inteligente y con la lengua mucho más afilada que la mía dijo: "Mi madre será puta, pero al menos tengo".

"Mi madre será puta, pero al menos tengo".

"Mi madre será, pero al menos tengo".

"Mi madre, pero al menos tengo".

"Mi, pero al menos tengo".

"pero al menos tengo".

A lo que yo, sin dejarme rebajar contesté: "Y mis padres serán maricas, pero al menos tengo y se ganan la vida decentemente."

Jamás volvieron a molestarme, pero las miradas y el constante rechazo jamás se detuvieron.

En preparatoria todo fue mucho más fácil, el muro del rechazo comenzó a caerse tan rápidamente que por un momento me sentí asustada, había pasado tanto tiempo viendo el gris color de aquel muro que ver personas detrás de él me resultaba abrumador.

Conseguí amigos y novio.

Desafortunadamente, cuando todo parecía marchar bien uno de mis padres murió ese año llevándose con él a cada uno de nosotros.

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