DECIR ADIÓS

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Pasar de una etapa a otra etapa en esta vida es algo difícil de hacer, y es peor aún si sales de una semana difícil, moral decaída y el fracaso de no haber aprobado un masivo examen para formar parte de la casa de estudios que uno anhela.

Era el día siguiente a ese examen, y yo llegaba temprano a la escuela para que nadie me pueda preguntar el cómo había rendido el examen, o como me sentía después de rendirlo. No había nadie, supongo que el plan estaba saliendo a la perfección, pero luego entró mi tutora.

Lo que recuerdo es que era una mujer muy amable, pero tenía un carácter muy duro. Ella me vio sentado contemplando la nada, cuando yo trataba de estar en solitario y analizar las cosas.

- José, ¿Qué te pasa, hijo? -preguntó.

Volteé a verla, y no pude contener las lágrimas, me sentía devastado, lo había dado en ese examen, estudiaba duro para poder haber ingresado.

- Lo siento, miss. Perdón por haberla defraudado -le respondí- sé que usted confiaba que yo iba a ingresar pero, no pude.

Cuando sucedía eso, entraron algunos compañeros que eran cercanos a mí, y me vieron llorar. Todos preguntaban qué pasaba, y la tutora se los contó.

- No te preocupes -me decían- esto aún no acaba, sabes que tienes el segundo examen en 6 meses.

Dejé de llorar, y me dirigí al baño para poder lavarme la cara, y regresar con la cabeza en alto como si nada hubiese pasado, y así fue.

Esa semana fue la más incómoda que tuve en el colegio, recordaba todo lo triste que me pasó antes y después del examen que había rendido. Por la mente se me pasaba la imagen de Luna y la confesión que me hizo aquel día, la cara de mis padres cuando se enteraron que no ingresé, y mi penosa nota de aquel examen.

Todos me daban fuerzas para continuar, porque supuestamente era solo un examen, pero para mí era EL EXAMEN. Dejé de lado lo triste después de aquella semana. Pude volver a ser el mismo joven molestoso y sonriente hasta el último día de clases.

En mi colegio, teníamos una semana con todos los exámenes finales y nos separaban en dos grupos, así que pensamos en hacer la semana previa a esa, una de las mejores que podamos haber tenido alguna vez.

El lunes, nos levantamos en general para agradecer al profesor del curso de Literatura, por su gran esfuerzo al enseñarnos que ese es el mejor curso de letras que pudimos haber llevado en nuestro último año. El martes, nos elevamos para despedir a los profesores de Lenguaje, de Trigonometría y, como no al profesor de Biología quien a decir verdad, fue el mejor profesor que me pudo haber enseñado en toda mi estadía en el colegio. Él, como devolviendo el agradecimiento, nos nombró uno por uno y nos empezó a decir que éramos unos triunfadores, y que a pesar de todo, sigamos adelante con todo nuestro conocimiento. Todos lloramos, era el momento de despedirnos de quien se preocupó hasta el último día de que entendamos su curso.

Y pasó de rápido esa semana, que no pudimos para el tiempo para solo una semana de clases adicional. El miércoles nos despedimos del profesor de Razonamiento Matemático, quien en sí, lo considero como un buen amigo, al igual que el profesor de Historia Universal, de quien nos despedimos el día jueves. Llegado el día viernes, no pudimos evitar las lágrimas al despedir a los profesores de Aritmética, Álgebra y a la profesora de Historia del Perú, quien en mi opinión, es y siempre será la mejor profesora de historia en toda mi vida, por sus divertidas clases, sus chistes y su forma de ser con nosotros.

Cuando vimos que ya habían pasado casi todos los profesores, nos despedimos uno del otro entre los alumnos. No porque no nos volvamos a ver, sino porque nunca más íbamos a estar reunidos los 40 alumnos dentro de esa aula. No lloré, me dio nostalgia al abrazar a mis compañeros, y pude notar que el compañerismo llego a niveles gigantescos aquel día.

La semana de exámenes pasó muy rápido, y creo que todos logramos las calificaciones que queríamos. Yo estudiaba mucho, así que el problema fue más bien el despertar temprano porque sentía que el cuerpo no me daba para más. El día viernes, último día de exámenes, nos reunimos y nos dijimos uno al otro:

"Nos vemos en la ceremonia de promoción"

La ceremonia era una semana después, así que sólo atinamos a asistir, era nuestros últimos momentos juntos. Quedé en encontrarme con una compañera de aula, llamada Sandra, quien era casi igual de molestosa que yo.

- Sandra, rápido- le escribía a su celular.

- Ya voy hijo, tranquilo- respondía.

Tomamos un taxi hasta la zona más exclusiva de la ciudad, donde se iba a realizar la ceremonia. Éramos los primeros del aula en aparecer, y bueno solo esperamos a que lleguen los demás para entrar a la sala de recepciones.

Era un edificio enorme de puras ventanas, así que se podía ver cómo la gente autorizada empezaba a arreglar todo por dentro para que podamos tener unos tiempos tranquilos antes de la ceremonia. Subimos al segundo piso, y nos pusimos la clásica toga la cual parecía más un gran pijama, que parecía falda para algunos. Empezamos a tomarnos las suficientes fotos, y entramos a la ceremonia.

Me encontraba muy nervioso, porque no sabía si mis padres, quienes estaban separados, iban a ir ese día. Empezaron a llamar a cada uno al escenario para recibir el diploma, el anuario y un regalo de parte del colegio. Saludé al profesor de Literatura, quien estaba en el escenario. Lo que me llenó de curiosidad fue que, cuando baje del escenario, mis papás ya estaban allí, cosa inusual por parte de mi madre, quien le gusta llegar con el tiempo muy ajustado.

Se acercó el fotógrafo y, todo fue paz y tranquilidad en ese momento. Mi mamá me dijo que se tenía que ir por motivos de trabajo, pero mi papá se quedaba, así que no había ningún problema. Al acabar la ceremonia, algunos lloraron, era la última vez reunidos, así que había que celebrar. Salí del auditorio, y me encontré con mi papá quién me llevó a casa. En el camino, posteé algunas de las fotos que había capturado en la ceremonia. Me sentí feliz, uno de los días tristes pero feliz. Acababa una etapa en mi vida, dejé de ser un estudiante escolar.

Papá y yo hicimos una parada en un parque muy conocido muy cerca de allí, para poder tener una pequeña merienda. Degustamos unas hamburguesas y papas fritas, acompañados de jugo y gaseosa. Nos tomamos unas fotos, las subimos a las redes sociales para que luego se hicieran muy comentadas con el paso de los segundos donde, mi familia me felicitaba por haber culminado el colegio. Acabada la merienda, papá me llevo a casa en su moto, para así acabar unos de los más felices días de toda mi vida.

Concluiré esta parte del libro, diciendo que jamás olvidaré todas las experiencias vividas, ni a las personas que conocí durante mi estadía en esa escuela. Los recordaré por siempre, y como les dije a mis compañeros en el último día de clases.

"Siempre seremos San Marcos Noble"

Esedía le dije adiós a mi sentimiento de tristeza, a mis muy divertidos y raroscompañeros,... y le dije adiós a una etapa que no olvidaré jamás, y empecé unanueva fase de mi vida, que sería lograr lo que tanto anhele en ese entonces... elingresar a la universidad.    

Solíamos decir: "Siempre Prófugos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora