Stranger

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Estaba sinceramente agotado. Sentía el cuerpo adormecido y mi espalda no estaba ayudando.

Me pareció absurdo cuando la tripulación anunció que sólo habían transcurrido 10 horas de vuelo. Todo mi adolorido ser estaba convencido de que en realidad había sido un día completo en cautiverio.

Halé mi equipaje de mano a través del pequeño embotellamiento que se había causado en el pasillo del avión y salí de este.

Estaba francamente malhumorado e irritado, y la confusión horaria me tenía aturdido, además, las señalizaciones en inglés me confundieron momentáneamente.

Me conduje a través de ese extraño aeropuerto dirigiéndome a la banda transportadora donde mi equipaje documentado esperaba por mí.

Mientras caminaba pude percibir el olor a café y té, pero aunque eran sensaciones cotidianas en casi cualquier parte del mundo, allí se sentía como un lugar desconocido. Yo era diminuto en ese sitio. Estaba concurrido y la gente me empujaba de vez en cuando.  Eso incrementaba mi sentimiento de indefensión y fastidio.

En momento de pánico deseé dar la vuelta y regresar a casa con la misma premura con la que salí de esta...

Anhelé estar con esa persona con todas mis fuerzas. Cerré mis ojos sólo para sentir por un momento que estaba allí conmigo. Imaginé el cálido tacto de sus manos y su voz diciéndome que todo estaría bien.

Luego los abrí y volví a la realidad.

La cantidad de personas que se dirigían con premura a sus salas de espera me hicieron revivir una horrible experiencia que tuve cuando niño: perdido entre la multitud, asustado, teniendo una sensación de asco y vértigo por la cantidad de gente que para mí eran una única enorme masa amorfa, que me tragaría en cualquier momento.

Cuando me percaté de la angustia que estaba sintiendo me puse a observar a las personas. Estaban en su mundo, ignorantes de que les estudiaba para aliviar mi inquietud convirtiéndoles así en individuos. Expulsando la maquinación de mi atormentada psique de que eran un todo.

Una chica mucho más alta que yo, rubia de ojos ocultos por unas enormes gafas de sol se contoneaba mientras tiraba de su maleta y hablaba por teléfono. Ese acento característico me trajo a la realidad, ya que hasta ese momento me sentía como en un sueño. Uno muy extraño y desconcertante. Luego vi a un padre joven con su hijo. Para cuando volví a chocar por quinta vez con otra persona decidí que seguiría sin distracción.

Necesitaba de verdad tranquilizarme.

Después de mucho andar, finalmente llegué al sitio y ahí estaba agrupada la gente con la que compartí el avión. Afortunadamente el equipaje comenzaba a salir sin demora. Por lo que no tardé en divisar mi enorme maleta morada. Estaba toda rayada con plumón permanente con frases alentadoras que mis amigos escribieron para mí.

Les echaba demasiado de menos.

Tomé mi pesado equipaje de la banda transportadora y coloqué sobre esta la maleta más pequeña.
Bostecé. Estaba verdaderamente cansado. Aún tenía que realizar algunos trámites y planear mi ida a la Academia.

Mis primeros momentos en el viejo continente ya me hacían sentir el estrés y la premura de llegar a la salida de entre la sofocante marabunta y... Como si de una cruel broma se tratase, mi nuevo lugar de residencia me recibió con un terrible clima helado.

Tuve qué sacar una chaqueta adicional de una de las maletas. El cielo estaba nublado. Llovía copiosamente y en gruesas gotas. Eso hizo que de pronto me dieran ganas de llorar.

Estaba sólo, al otro lado del mundo, asustado y deprimido. Cubrí mi boca con mis manos para ahogar un sollozo. Estaba de cuclillas apenas apoyándome contra mi equipaje.

AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora